Rafa Escrig.
Así
como hay una canción del verano, también las editoriales sacan a la
venta el libro del verano. Se trata de ese libro que estaban
reservando para la ocasión y que ahora nos incitan a comprar para
leerlo durante las vacaciones. Lo mismo puede tratarse del último
título de un autor de moda, que alguna reedición para nostálgicos.
Les diré algo, aparte de que todo esto son argucias para llevarnos
al consumo, odio que alguien me recomiende la lectura de un libro.
Reconozco que es algo visceral, es recomendármelo e inmediatamente
colocarlo en la lista negra de los libros que nunca leeré. No es que
desconfíe del buen gusto o de la buena fe de nadie, es que me niego
a seguir la corriente.
En
el caso de un best seller, ahí son las editoriales las que lo
recomiendan, aunque no seré yo quien alimente la voracidad de esas
empresas con sus grandes equipos de presión. Pero como no existe
regla sin excepción, les confesaré que en una ocasión sí me dejé
llevar por el señuelo de la publicidad, una enorme campaña de
publicidad orquestada por todos los medios. Fue en el caso de El
Código Da Vinci. En esa ocasión caí como un tonto, compré, leí y
comprendí. Comprendí que no tenía que hacerlo más.
Uno
tiene que leer libros que el paso del tiempo ha demostrado su
calidad. No estoy refiriéndome a los clásicos, aunque no sería un
mal principio. Lo que quiero decir es que existen muchos autores y
obras con la suficiente calidad como para no equivocarnos con su
lectura. La lectura se puede tomar a la ligera, como una simple
distracción en la que todo vale, o como una disciplina en la que el
lector comience con el Siglo de Oro español y acabe con las
generaciones del 98 y del 27. Pero en medio de estos dos extremos
existe un universo de grandes obras.
La
segunda recomendación que me atrevo a darles es esta: que antes de
comprar un libro, simplemente porque está en un escaparate o porque
le han hablado bien de él, escojan obras consagradas de la
literatura, no grandísimas obras sino, sencillamente, buenas obras.
Es como apostar a ganador, siempre acertará. En cuanto al boca a
boca, ya les dije al principio, odio que me aconsejen una lectura.
Esta sería la tercera recomendación.
No
voy a contarles lo que leí el mes pasado, ni lo que estoy leyendo
ahora, seguro que no les interesaría en absoluto, pero en ambos
casos son obras de mediados del siglo pasado. Para la mayoría de
nosotros han pasado muchos años, pero las obras literarias, si son
buenas, ganan con el tiempo y siguen siendo actuales. Buen verano y
buena lectura.
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