Teresa Ortiz. /EPDA El atípico e inicialmente denostado por muchos motivos justificados Mundial de Qatar 2022 está llegando a su fin. El mismo día que se publique este artículo tendremos nuevo campeón del mundo.
La participación española, una vez más, ha vuelto a estar por debajo de las expectativas creadas (intentando ser sutil). Mucho se ha escrito ya desde el punto de vista técnico y futbolístico en los medios de comunicación sobre el papel de España en el Mundial, por lo que no voy a ser excesivamente redundante. Solo hay que recordar que se han escrito aspectos relativos a que la lista de jugadores incorporaba perfiles demasiado similares, o que no había un sistema o plan B alternativo en los partidos, o que muchos jugadores seleccionados estaban en baja forma, o un exceso de proteccionismo por parte del seleccionador hacía unos jugadores, que a la hora de la verdad, cuando la responsabilidad en el campo era toda suya, no la ejercieron.
Quizás donde no se ha analizado tanto haya sido en el comportamiento del ya ex seleccionador Luis Enrique, hacia dentro de su grupo y hacia el entorno. Luis Enrique solo tenía un Mundial que disputar. Un objetivo, un único frente, un solo foco. Sin embargo, él se empeñó en disputar cuatro mundiales en uno, quizás llevado por querer demostrar a ultranza ese híper-liderazgo que tantas veces se atribuyó a sí mismo. Esas conductas le condenaron, no solo a la eliminación futbolística, sino a que la Federación Española, cuyo inquilino totalitario daría para más de un artículo, lo despachase rápidamente sin opción alguna a negociar su renovación.
Los pecados de Luis Enrique fueron sus otros Mundiales o guerras artificialmente creadas por él mismo, al margen de esa única guerra que tenía que lidiar. Dichos frentes paralelos y nuevos le hicieron perder energía, así como despistarse del único objetivo que no era ganar el mundial, sino conseguir un equipo competitivo, luchador y de mentalidad combativa y ganadora. Él mismo dijo que "de miedo no íbamos a morir", y justo consiguió que el equipo muriese de miedo ante el primer obstáculo medianamente importante en el camino.
Los frentes innecesarios fueron, por una parte, querer mostrase adrede como streamer de nuevo cuño, como un modo de hacer aún más la guerra (su guerra) a la prensa tradicional, que ve en las nuevas redes de comunicación social una amenaza a su negocio de siempre. Por otra parte, al mostrarse al mundo como alguien irresponsablemente desfocalizado del objetivo único, creó un malestar justificado en la Federación, abriendo sin querer un segundo frente del que saldría perdedor a poco que obtuviese un mal resultado. Por último, el tercer frente innecesario lo abrió él solo al quejarse públicamente de los jugadores tras la derrota con Japón, rompiendo un código sagrado del vestuario y perdiendo así la confianza de una parte de este antes del partido clave ante Marruecos. En definitiva, demasiados frentes y un resultado y un final deportivo personal ya conocido, y creo que merecido.
Llegados a este punto, este comportamiento de Luis Enrique de abrir nuevos frentes o problemas donde no debería haberlos en pos de soslayar su híper-liderazgo tiene su reflejo en el mundo de la política. Es decir, el 'Luisenriquismo' está muy presente en el ejercicio de dicha función pública.
Un claro ejemplo de lo expuesto lo tenemos en el presidente Pedro Sánchez, cuyo único frente debería ser gobernar el país, a pesar de sus socios, al que nadie obligó a tener, todo sea dicho. Sin embargo, el ínclito Sánchez se dedica a poner no si querer el foco en demasiados lugares diferentes, con lo que ello conlleva sobre el empeoramiento del mal gobierno que lleva a cabo, tanto por desentenderse de lo importante, como por las consecuencias últimas de abrir dichos frentes de manera voluntaria.
Los nuevos y paralelos escenarios abiertos por Sánchez contemplan entre otras la manipulación total del poder judicial, la derogación de los delitos de sedición y la reforma de la malversación, así como los nuevos parches interpretativos al sí es sí, todo ello en una estrategia única de perpetuarse en el poder y comprar una falsa estabilidad institucional al nacionalismo vasco y catalán, especialmente a este último. Siguiendo el paralelismo con el universo 'Luienriquista', no es de extrañar que a donde Luis Enrique le salían justificados nuevos opositores en el mundo de la prensa durante el Mundial, a Sánchez le estén saliendo no solo los opositores periodísticos de siempre, así como la oposición política tradicional, entre ellos la de Ciudadanos, sino también barones de su propio partido, el PSOE. Estos están acudiendo a los medios de comunicación como último recurso, poniendo la voz cantante en contra de las aberraciones personalistas de su líder y de las consecuencias que dichas aberraciones traerán a su partido a medio plazo.
Podría también hacer alusión al símil 'Luienriquista' en el Partido Popular, pues en vez de pilotar su papel de oposición, el partido abre siempre nuevos frentes propios internos cada vez que Isabel Díaz Ayuso se sale de su papel y ataca a Pedro Sánchez, suplantando adrede Feijóo, en pos de demostrar hacia fuera un liderazgo nacional que su partido nunca le ha otorgado.
No quiero cerrar estas líneas sin dejar de hablar también en clave interna de mi partido. En el ámbito provincial, autonómico e incluso nacional estoy leyendo últimamente demasiadas cosas internas en los medios de comunicación. Dentro de unas siglas políticas es absolutamente sano debatir internamente, pero el objetivo del debate no ha de ser que este acabe en los medios de difusión pública.
Lo que debe acabar en los medios es la acción política que hacemos y la traducción de la misma en mejoras en los lugares en cuyos parlamentos estamos presentes, ya sea desde el gobierno o ya sea desde la oposición, así como la actividad cívica y política de nuestras agrupaciones.
Esa acción política activa de Ciudadanos es la que nos ha diferenciado positivamente siempre de otros partidos y es la única que tenemos que mostrar públicamente. Sigamos por ese camino que es el que nos ha traído nuestros mejores resultados y nuestras mejores épocas políticas. Va a depender siempre de nosotros. No juguemos más Mundiales que el que nos toca jugar, no perdamos el objetivo, no perdamos el foco.
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