Rafael Escrig.
Tengo que escribir
un artículo por estas fechas en que ya se huele la Navidad con todo su
espectáculo de pseudo diversión, gasto desmedido y sonrisas postizas de
felicidad, y digo yo: Aparte de esta postura mía tan poco sutil ¿Por qué se ha
de hablar siempre de la Navidad cuando llegamos a la Navidad? ¿Por qué hacer
siempre lo mismo? ¿No les da la sensación de que estamos atrapados en el
tiempo, como Bill Murray en el Día de la Marmota?
Veamos por qué digo
esto: Cuando se avecina una fecha tan señalada, ya conocemos de antemano todo
lo que vamos a hacer. Así es que repetimos año tras año las mismas cosas, en
las mismas fechas y con el mismo ritual, sin cambiar ni un punto ni una coma.
Ya sé que están pensando en eso de las tradiciones, y yo les digo: ¡Ya estamos
con las famosas tradiciones! ¿Es que somos tan esclavos de la rutina que no
podemos escaparnos de ella? Pues sí, parece que es así, fíjense si no: En
Fallas, horchata con buñuelos; el domingo, paella; en Navidad, turrón; el fin
de semana, botellón; en Pascua, volar el cachirulo; en Semana Santa, huesos de
santo y el sábado, copular con la pareja. ¿Me dejo algo? Bueno, la verdad es
que unas cosas son tradiciones y otras no tanto, pero todo está movido por la
costumbre, por los hábitos, también por las manías. ¿Por qué no vamos a poder
hablar en Navidad de las lunas de Urano? por ejemplo. No señores, no, en
Navidad hay que hablar de Navidad y volver a sacar por millonésima vez ese
asunto de que Jesús nació en Belén, y que este año el turrón ha mantenido el
precio, y que los fabricantes de juguetes han vendido un nosecuántos por cien
más gracias a la exportación, y que los restaurantes ya tienen puesto el
cartel de completo, y que los cavas catalanes veremos quien se los va a tomar…
En fin, todas esas cosas tan repetidas en esas fechas. Yo estoy totalmente en
contra de seguir las tradiciones. Me fastidia sobre manera tener que seguirlas,
y este año voy a optar por no hablar de la Navidad ni celebrarla. Comeré un
hervido de patatas –que es el mejor invento culinario-, me pondré en la tele la
Saga de Bourne, y quizás no felicite a nadie. ¡Se acabó! Siempre mandando
tarjetas personalizadas, siempre volcándome para que luego me manden un pobre
wasap con cuatro emoticones.
Otra cosa es cuando llegue el momento
y me vea obligado por las circunstancias. Entonces creo que besaré a todo el
mundo que vea por la calle y le felicitaré la Navidad, y mandaré postales, y
en casa cumpliremos con ese hartazgo de dulces que te deja hecho polvo durante
una semana, y quizás cumpla con todo el ritual al completo, pero lo que no
haré de verdad, de verdad, es tomar ese cava catalán. Para empezar a romper
tradiciones, prefiero hacerlo con esa.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia