Susana Gisbert. /EPDA
La
fama tiene estas cosas. Un día eres la persona más famosa del mundo, adalid de
muchas luchas y espejo de muchas personas, y otro día no eres nadie, una
apestada a quien no se tocaría ni con un palo. No es nada nuevo, pero no por
ello deja de llamar la atención cada vez que pasa. Y ceda vez que el demoledor
rodillo pasa por encima de sus víctimas.
Eso pensaba estos días después de ver lo sucedido
con la actriz Karla Sofía Gascón, una española nominada al Oscar que pasó de
ser un referente a ser persona non grata en todos los ambientes. ¿Y por qué?
¿Acaso alguien descubrió que su interpretación era fraudulenta, que le doblaron
la voz, utilizaron una doble o que hizo algo mal en la película?
Pues no. La interpretación era exactamente igual de
meritoria, como acreditan la taquilla y los premios a los que aspira el filme
protagonizado por Karla Sofia. Ella, además, contaba con el plus de las
pioneras, porque se trata de la primera mujer trans nominada al Óscar, a lo que
hay que añadir el hecho de ser un hito más en la lucha contra la transfobia.
Parecía que nada podría apagar su estrella.
Pero llegó el particular big bang que hizo pedazos
la estrella de Karla Sofia. Y se trataba, ni más ni menos, que de su pasado. Un
pasado en el que había dejado escrito y difundido mensajes en redes sociales
que transmitían de todo menos la tolerancia que, en principio, ella representa.
Eran mensajes racistas, xenófobos, islamófobos y que disparaban hacia todas las
direcciones menos a la de respeto a las minorías. Y eso, negativo para
cualquier persona, se supone que es especialmente grave en ella. Porque si era
un plus pertenecer a una minoría discriminada, sus mensajes frente a otras
minorías discriminadas producen exactamente el efecto contrario. Nos guste o
no.
Es difícil afirmar que su interpretación deje de
tener valor por lo que ella dijo en el pasado, pero las coas son como son. El
cine, como todas las artes, depende mucho del público a quien va destinado, y
no es fácil evitar el rechazo que las afirmaciones de la actriz, aunque las
hiciera en el pasado, producen en quien sea su potencial público. Y todavía más
si pensamos en el jurado que tiene que decidir sobre el Óscar y otros premios a
los que aspiran ella o la película.
¿Es justo esto? Pues lo dejo a la opinión de cada
cual, aunque lo que es incontestable es lo que dice nuestro sabio refranero.
Por la boca muere el pez.
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