Nogal de Bejís. / epda
Patrimonio Natural del Alto Mijares. / epda Habían pasado poco más de dos décadas desde que Felipe III expulsara a los moriscos del Reino de València cuando Roque Pastor plantó un olmo en el pequeño municipio de Navajas, enclavado a orillas del río Palancia. 383 años después, aquel árbol continúa impertérrito en el corazón de la plaza del pueblo y rezuma vida a través de su imponente copa, que ofrece sombra y gozo a los vecinos y turistas que se congregan cada día a su alrededor.
No en vano este olmo (Ulmus minor en su denominación científica) se ha convertido en emblema de Navajas y su majestuosidad se ha visto prestigiada al recibir el galardón de Árbol del Año 2019 en España y ha recibido el premio en la categoría de Patrimonio Natural en los II premios de El Periódico de Aquí de las comarcas de Alto Palancia y Alto Mijares. Sobre él se han vertido ríos de tinta, pero no tanta gente sabe que en el mismo pueblo se halla otro árbol singular: un álamo o chopo negro (Populus nigra) cuya copa supera los 30 metros de diámetro.
Navajas no es la única localidad del Alto Palancia que puede presumir de su patrimonio vegetal. Muchos de estos monumentos naturales, auténticas joyas nacidas de las entrañas de la tierra, todavía son desconocidos o no reciben el reconocimiento que merecen en el imaginario de la población, pero existen repartidos por toda la comarca. No hace falta irse muy lejos para encontrar ejemplares de estas características. En Segorbe, la capital del Alto Palancia, se halla la olivera Morruda (Olea europaea), de más de mil años de antigüedad y un perímetro de tronco que alcanza casi los siete metros. Un pino carrasco (Pinus halepensis) y un álamo negro forman también parte del catálogo de árboles monumentales en la localidad.
Bejís, por su parte, alberga un nogal (Juglans regia) de frondosa copa que despunta orgulloso en un horizonte de vegetación que se extiende a sus pies. Almedíjar y Altura cuentan con sendas oliveras centenarias, además de un vetusto castaño (Castanea sativa) en el caso del primer municipio, conocido como La Castañera.
Árboles monumentales
Se les conoce como árboles monumentales y así constan en el catálogo que la Generalitat Valenciana elabora con el fin de protegerlos y dignificarlos en el marco de la ley 4/2006 de Patrimonio Arbóreo Monumental de la Comunitat Valenciana. Para que un árbol adquiera la categoría de monumental debe alcanzar o superar la edad de 350 años, tener un mínimo de 30 metros de altura, al menos 6 metros de perímetro de tronco, 25 metros o más de diámetro de copa o 12 metros de altura en el caso de las palmeras, a excepción del género Washingtonia. Cualquiera de estos requisitos es suficiente. Pero dichos criterios no son más que una forma cuantificable de describir un árbol que, en esencia, por su longevidad o su grandioso porte adquiere un valor insólito en términos culturales, históricos e incluso científicos.
Patrimonio natural
Precisamente, el Ayuntamiento de Altura presentó el pasado febrero su propio catálogo de árboles singulares abierto a la colaboración ciudadana. Entre los ejemplares que en él vienen recogidos se encuentran los plátanos de la masía de Uñoz (Platanus hispanica), el “Latonero” de la explanada del santuario de la Cueva Santa, la olivera de la Fuente Máñez o las carrascas de la Masía de San Juan y del “Tío Górriz” (Quercus ilex). Todo un abanico de especies con los más variopintos nombres y sus respectivas historias. Como explica el coordinador y redactor de la publicación, Vicente Pi, “son árboles que tienen cientos de años, miles en ocasiones, y que están ahí porque alguien se preocupó de plantarlos y muchos más de cuidarlos y mantenerlos”.
En efecto, Pi no se equivoca al hablar de la existencia de pequeñas aportaciones anónimas para preservar estos tesoros. Manuel Torrejón, Miguel Novella y Emilio García impulsaron en octubre de 2010 la Asociación de Amigos del Patrimonio Natural y Cultural Alturano ‘El Cantal’. Hasta la fecha, su propósito ha sido poner en valor el acervo rural y tratar de recuperar y conservar elementos que van desde refugios de piedra hasta los árboles monumentales presentes en la zona. Su compromiso en este sentido (y el de más de 60 socios que hoy conforman la asociación) no cesa. Sobre el patrimonio arbóreo de Altura, Torrejón asegura que “hasta hace poco no había inquietud por el tema, pero parece que ahora se está tomando conciencia”.
Colecciones
Para completar este recorrido por el museo vivo que representa el paraje natural de la zona alta del curso del Palancia nos detenemos en Jérica, que atesora una valiosa colección compuesta al menos por un eucalipto (Eucalyptus globulus), una carrasca y dos plátanos de sombra. A excepción de la encina, estos árboles superan los 30 metros de altura, y todos ellos poseen copas de entre 10 y 25 metros de perímetro. Finalmente, un ejemplar de Populus nigra colosal en anchura y altura y dos sabinas albares (Juniperus thurifera) de más de 350 años están ubicadas en Viver y El Toro respectivamente. Todos estos ejemplares son los que constan en los registros oficiales, pero todavía quedan muchos más por descubrir y catalogar.
Esculturas de madera talladas por esa artesana llamada naturaleza, los árboles son más que meros refugios cuando aprieta el sol en los rigurosos meses estivales. Son testigos de nuestras vidas durante generaciones; materia que emerge de la tierra y parece pretender conquistar el cielo mientras nos aporta, sin que apenas seamos conscientes, latidos de vida. Algunos no llegan a tocar ese cielo, pero podría parecer que no están muy lejos.
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