Pere Ferrer. /EPDA A día de hui ja no ens anem a enganyar, pense que a la majoría dels valencians i valencianes el patriotisme ens embafa.
Se ens fa bola, que li anem a fer, però de igual manera que a la majoría de la resta d’espanyols.
Hem patit una diáspora de banderes i elements que fan comboi al voltant d’una identitat i hui som com aquells ciutadans d’un mon cada volta més global que no més sentim els arrels quan ens volen etiquetar amb uns altres que ens fan sentir menys cómodes encara.
Así somos, de la terreta, sí, pero muy a nuestra manera, sin grandes aspavientos, sin radicalizarse, todo eso genera rechazo.
No voy a recurrir ni tan siquiera a reproducir en este artículo las denominaciones ‘caspa’ con las que se identifica a los que se posicionan de uno u otro lado, no nos representan ya, son una caricatura desencajada de realidades ochenteras.
Sí me obligáis a citarlos: los pancas y los blaveras… Lo que les sobra a unos de identidades importadas, les falta a los otros de aperturas de miras más amplias.
Avancemos y pasemos página, nuestra realidad es más amplia, ecléctica, diversa y como los ‘ninotets dels xiquets’, evolucionada.
Quizá el hecho de tener tan cerca el 9 d’octubre y el 12 del mismo mes es algo que no ayuda.
Como digo, satura, aturde y empalaga.
Claro que nos sentimos de donde somos y en el fondo albergamos un sentimiento de orgullo y arraigo patrio, pero que por traumas y tensiones no resueltas no acabamos de exteriorizarlo como esperan de nosotros.
En el fondo cabrá asumir que somos así y que esa es nuestra bandera, nuestra seña y nuestro emblema. Los del himno sin letra y la bandera que nos pesa. Qué li anem a fer, una volta més!
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