Susana Gisbert.Las
personas nos comunicamos a través del lenguaje. Algo que puede
resultar una obviedad, pero a veces no lo es tanto. Porque el
lenguaje, pensado para unir a las personas, puede resultar un
instrumento de desunión. O un arma arrojadiza, según para qué.
¿Por
qué digo esto? Pues ni más ni menos que por lo que estamos viviendo
estos días. Nos hemos encontrado, de golpe y porrazo, con un Consejo
de Ministros –nombre oficial- que tiene más ministras que
ministros. Así que por más que se empeñen en emplear el denominado
masculino genérico, normativo según la RAE, queda cuanto menos
raruno. Por no decir invisibilizador, que también.
Según
esas normas lingüisticas, si dijéramos "Consejo de Ministras"
estaríamos refiriéndonos a un órgano con presencia exclusivamente
femenina. La inclusión de un solo varón muta el nombre al
masculino, puesto que no se emplea el neutro en las personas. Tampoco
tine nuestra lengua, como el inglés, unos artículos polivalentes, o
unisex, si lo prefieren. Así que hay que ir al masculino o a la
duplicación, "ministros y ministras", que tampoco parece gustar
a los señores –y señoras, aunque bien pocas- de la RAE.
Pero
¿qué razón hay para que la lengua castellana haya decidido usar el
masculino como genérico? O mejor, ¿qué razón hay para no querer
cambiarlo si cambian las circunstancias?
No
he leído más argumento que el de afirmar que así se establece y la
verdad es que me parece un poco pobre. Es como decir que la razón es
porque así se ha hecho siempre, por más que se haya bendecido por
los académicos, que fueron hombres a lo largo de los tiempos.
La
lengua refleja la realidad de la sociedad en la que vive. Por eso se
revisa periódicamente y cosas que antes hubieran sido impensables y
nos hubieran supuesto un 0 en ortografía, como escribir "setiempre"
u olvidar la tilde de "solo" cuando es adverbio, hoy son
permitidas y santificadas. Y la realidad, cuando se empezó a fijar
por escrito la lengua, es que determinadas profesiones –o la
mayoría, salvo "maestras" y poco más- eran ejercidas por
hombres. Así que era normal hablar de "Consejo de Ministros"
porque esa era la realidad.
Ahora,
por suerte, es otra. Y en estos momentos más que nunca. No tiene
sentido aferrarse a una norma que puede cambiar y revisarse para ser
adaptarse la realidad.
Tampoco
sería la primera vez. Pese a que nadie admite hablar de "vocales"
y "vocalas", no existe ningún problema en hablar de "concejalas"
porque se ha ido extendiendo su uso. Y hasta el ejemplo que usa mucha
gente para resistirse tiene su réplica. Quienes insisten en que
periodistas, estilistas o trapecistas no van a cambiar a periodistos,
estilistos y trapecistos olvidan que así se hizo cuando convino con
"modistos", porque los varones que se dedicaban a ello
necesitaban diferenciarse de las mujeres, que lo de "modistas"
mucho más de andar por casa.
La
otra opción sería la de utilizar términos neutros, como han hecho
algunos colegios profesionales al sustituir el tradicional "Colegio
de Abogados" o "de Psicólogos" por "Colegio de la Abogacía"
o "de la Psicología". Así, podriamos hablar de "Consejo de
Gobierno" sin que a los señores de la RAE se les abrieran las
carnes.
La
lengua debe ser tan dinámica como lo es la sociedad. Y si se adapta
a nuevas realidades para otras cosas, no debería resistirse a
hacerlo en esta. También al lenguaje le corrsponde avanzar para ser
cada vez más iguales.
SUSANA
GISBERT
(TWITTER
@gisb_sus)
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