Leopoldo BoníasDiversos medios de comunicación se han hecho eco días atrás
de las acusaciones vertidas contra miembros de la Policía Local de Valencia por
la “Campaña CIE no” que defiende el cierre de los Centros de Internamiento de
Extranjeros.
Este colectivo, sin indagación alguna previa, propugna ciegamente
la denuncia de un inmigrante ilegal internado en el CIE de Zapadores que afirma
haber sido agredido por los policías locales que le trasladaron al hospital
para ser atendido de una lesión mientras se encontraba en las dependencias
policiales, hecho totalmente inverosímil porque no es la Policía Local la que
se ocupa de estos traslados urbanos.
La numantina defensa del supuesto agredido
se hace no sólo ante las autoridades judiciales e institucionales, sino que
también ante la opinión pública. Se pretende en definitiva paralizar el
expediente de expulsión para que la persona que se encuentra ilegalmente en
España pueda ratificar la denuncia cuando sea requerido para ello por la
autoridad judicial.
Algunos policías manifiestan que las denuncias por abusos y
malos tratos de las personas internadas en un CIE mientras se tramita su
expediente de expulsión del territorio nacional dirigidas a integrantes de las
FF.CC.SS. tienen como objetivo paralizar la expulsión del supuesto agredido con
el pretexto de evitar “que dichas
conductas (las supuestamente protagonizadas por los policías) queden impunes”
ya que sus denuncias deben ratificarse en sede judicial, cosa que no ocurre si
antes son deportados defienden los pro ilegales.
Según se comenta en ambientes policiales, estas tácticas
empiezan a ser habituales con el fin de
paralizar la deportación del inmigrante ilegal con el consiguiente perjuicio
para los policías denunciados sin motivo alguno y, todo ello, al amparo de supuestos nobles sentimientos
solidarios.
José Ortega y Gasset afirmaba que “La bondad de una cosa
arrebata a los hombres y, puestos a su servicio, olvidan que hay otras muchas
cosas buenas con quienes es forzoso compaginar aquélla, so pena de convertirla
en una cosa pésima y funesta”. “Imagínese lo que sería un vegetariano en
frenesí que aspire a mirar el mundo desde lo alto de su vegetarianismo
culinario: en arte censuraría todo lo que no fuese un paisaje hortelano; en
economía nacional sería eminentemente agrícola; en religión no admitiría sino
las arcaicas divinidades cereales; en indumentaria, sólo vacilaría entre el
cáñamo, el lino y el esparto, y como filósofo, se obstinaría en propagar una
botánica transcendental”
Las normas jurídicas no deben, en consecuencia, ser un
principio integral de nuestra existencia al extrapolarlas fuera del derecho
público. Esta es la conclusión a la que parece llegar el eminente pensador
español para evitar engendrar las mayores extravagancias que transforman una
idea buena en mala.
En este contexto , también merece mención especial la
entrevista publicada por la Agencia Efe el pasado mes de julio pasado mes de
julio de la paladín del progresismo de
los años 70, Joan Báez, la que introdujo en su repertorio la canción “El preso
número 9”, una canción con una letra anacrónica popularizada por la que fue un
icono ideológico progresista que decía así:
“El preso número nueve ya lo van a confesar
Está encerrado en la celda con el cura del penal
Y antes de amanecer la vida le han de quitar
Porque mató a su mujer y a un amigo desleal
Dice así al confesar
Los maté si señor
Y si vuelvo a nacer
Yo los vuelvo a matar
Padre no me arrepiento….”
Un preso que es definido como “un hombre muy cabal” en la
letra de esta otrora famosa canción que algunos nostálgicos aún siguen pidiendo
se interprete en recitales junto a otras de la época como “La barca”, “El reloj” o el tango
argentino “ Cambalache” que parece escrito esta misma mañana y sin embargo es
de 1936.
Estas Navidades tuve el placer de almorzar en la Sierra de
Espadán con unos entrañables amigos; amigos de verdad. Aprovechamos el viaje
para comprar el mejor aceite del mundo que no es otro que el de esa tierra
castellonense y mientras degustábamos embutidos a la brasa con pan de pueblo
acompañados con patatas fritas y ajo aceite casero, uno de los comensales,
cantante de profesión, me contó que fue en cierta ocasión interrumpido en un
pub de Valencia, cuyo nombre vamos a obviar, por una integrante de las FF.CC.SS
que de paisano y placa en mano le espetó que iba a denunciarlo por
enaltecimiento de la violencia de género si seguía interpretando la canción.
El
público prorrumpió en abucheos y la miembra o miembro, o como se diga, de las
FF.CC.SS abandonó el local ante la falta de comprensión del público asistente.
Mi amigo, el cantante argentino, extrañado me preguntó si lo podían detener por
cantar esa canción en público.
Fue entonces cuando me vino a la cabeza una
frase de Joan Báez pronunciada en su reciente entrevista, una cantante que se
ha caracterizado por su compromiso político siempre innegociable en la lucha
por las minorías y los desfavorecidos que respondía en la entrevista de julio
pasado con una frase que da justo en el clavo para este y otros muchos casos
parecidos; “No hay que aplicar la censura, sólo la educación”. Y yo añado esta
reflexión, ¿está fallando el sistema educativo en España? ¿es normal que en el
colegio se regale un juego de cocina a un niño que no quiere ser cocinero?.
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