Leopoldo Bonías. EPDA El tradicional saludo reglamentario de los cuerpos armados - militares o civiles – es bastante similar en las distintas partes del mundo. En la inmensa mayoría consiste en llevarse la mano extendida con los dedos juntos a la altura de la sien con la palma de la mano hacia abajo aunque también los hay donde se saluda con la palma de la mano visible en posición frontal como ocurre en Reino Unido o Francia. En España, al igual que en Argentina y Uruguay, solo se saluda en la forma descrita con la prenda de cabeza , lo que se denomina “hacer la venia” en Sudamérica , de forma que el punto de referencia a donde debe de dirigirse la mano es el lateral derecho del inicio del barboquejo de la gorra.
Ha sido característico de estos cuerpos jerarquizados el que el saludo reglamentario se realizase a cierta distancia física (2 ó 3 metros), como si se descartase un posterior apretón de manos. Sin embargo, este distanciamiento desde hace aproximadamente cuarenta años se ha ido reduciendo y tras el saludo reglamentario se ha hecho habitual el clásico apretón de manos , saludo éste que debe ser iniciado por la persona de mayor categoría profesional, al contrario de lo que ocurre con el reglamentario que debe iniciarlo el de menor rango. En las Policías Locales, como cultura policial hay menos de la que sería deseable, es muchas veces el policía el que en su afán de agradar ofrece la mano al superior jerárquico o incluso al concejal o alcalde de turno , que lógicamente responden al ofrecimiento con un apretón de manos.
Antaño el apretón de manos se reservaba para felicitar o para actos y visitas oficiales y no para cualquier encuentro durante el servicio. El abrazo ya se circunscribía a muestras de afecto más extremas y no digamos ya el beso. El ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani lo prodigaba en los actos públicos donde reconocía a algún policía un acto meritorio abrazándole tras la imposición de la condecoración y besándole en ambas mejillas y esto, en una sociedad como la norteamericana donde el beso es un gesto inusual , tiene un significado importante. Tampoco se estilaba en España hasta no hace más de cuarenta años besar a las mujeres en las mejillas a modo de saludo. Y es que a las mujeres se les besaba la mano, y no a todas, pues la costumbre era la de hacerlo sólo a las casadas. En las tardes que a veces paso acompañando a mi madre en alguna ocasión ha recordado que fue el poeta Juan Gil-Albert el primer hombre que le besó en la mano a la salida de la iglesia tras casarse. En la actualidad hasta es el hombre el que directamente besa a la mujer en las mejillas sin esperar que ella tome la iniciativa y ofrezca los dos besos de rigor.
Parecía que al adviento de la terrible pandemia que padecemos el saludo policial volvería a ser lo que era hace medio siglo pero observamos que lejos de mejorar en este aspecto corremos el riesgo de ir para atrás como los cangrejos. Ahora, no es raro ver a los policías hacerse reverencias como los orientales, chocando los puños como los boxeadores , o contactando con los codos entre sí retorciéndose para alcanzarse de lejos en situaciones que no son cómicas porque a fuerza de observarlas ya nos parecen normales. Igual a mi me pasa como al que fuera jefe de la Policía Local de Valencia, D, Manuel Jordan Montañés que en cierta ocasión me increpó, “No diga usted que trabaja. Diga que está de servicio”, que en la entrevista que le hicieron con motivo de su jubilación se lamentaba en la prensa de no haber comprendido a los policías. Cuando le cuento a mi madre determinadas cosas que me ocurren en el servicio siempre me dice lo mismo, “no te preocupes hijo, es que nosotros tenemos cara de idiotas”.
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