Rafa Escrig i Fayos.
Todos los días voy a desayunar
al mismo bar, a la misma hora. Todos los días me encuentro entre las mismas
personas -los clientes habituales- lo que podríamos llamar “su fauna”: el
ludópata, el futbolero, el que se sienta en una esquina de la barra e
interviene en todas las conversaciones, el que no puede pasar sin su copa de
“cazalla” y la toma como una medicina, de un solo trago, el que atrapó el
periódico y ya no lo soltará hasta las doce, y yo mismo, que me dedico a
estudiar sus comportamientos. Es lo que los sociólogos, en nuestra jerga,
llamamos “estudio comparado de conducta de grupo” y lo que en román paladino
se dice simple y llanamente: “criticar”.
En este sentido (el del
estudio comparado…), me llaman mucho la atención dos individuos que todos los
viernes, indefectiblemente, ocupan el mismo lugar en una esquina del local.
Parecen diferentes; no soy capaz de adivinar a qué se dedican. Lo mismo podrían
ser guionistas de cine que buscan escenarios, que parados de larga duración. Lo
que más me llama la atención es su conversación, parece tan relajada, tan
culta, tan formal… y lo más curioso de todo es que son jóvenes (seguro que aún
no tienen los cuarenta). El viernes pasado, me senté cerca de ellos para, desde
mi punto de vista de investigador, poder escucharles: hablaban de Navokov y de
Flaubert. Hablaban sobre Van der Rohe, y sobre la arquitectura electricista
del siglo XIX. Hablaban sobre el Rigoletto de Verdi, sobre la formación de las
galaxias, y sobre el uso del erotismo en la publicidad. Hilvanaban los temas
con la mayor naturalidad. No podía apartarme de allí. Me habían enganchado
tanto que en más de una ocasión estuve tentado de intervenir, pero ya se sabe:
un investigador nunca debe involucrarse en su propio estudio; podría
contaminarlo.
Cuando ya estaba a punto de
rendirme ante aquel torrente de erudición, me pareció oírles decir que Dios
había muerto. ¡Vaya sorpresa! ¡Dos herederos de Nietzsche en mi bar!
¿Se puede saber qué hacen
estos dos a las ocho de la mañana filosofando sobre temas tan profundos? Uno
está acostumbrado a las clásicas disquisiciones sobre el partido del Real
Madrid, sobre los paros en la Sanidad. Uno está ya habituado a oír hablar mal
del gobierno, o sobre el anticiclón de las Azores, o sobre la rubia de los
iguales, es todo tan humano… Encontrarme a esos dos personajes, me cambió
todos los esquemas. Nunca lo hubiera imaginado. Tanto es así, que voy a
replantearme de nuevo mi concepto sobre la sociedad española. Las estadísticas
nos ponen fatal, pero después de lo visto y oído, creo que aún podremos
salvarnos.
Salí del bar con las esperanzas
de un futuro mejor prendidas de mi yo más optimista, quería anotar todo
aquello para desarrollarlo más tarde. Delante de mí, un niño con su madre iba
sembrando la acera de papelitos.
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