Pere Valenciano, director de El Periódico de Aquí. FOTO QUILES Los nacionalistas de Cataluña, que es cierto que son cada vez más, siguen forzando la máquina para sacar tajada a la fiebre independentista que han conseguido contagiar a base de victimismo y mucha propaganda con dinero público (propaganda + dinero público, ¿recuerdan a Goebbels?). El objetivo oficial es la independencia, pero en realidad ése es el sueño histórico de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Convergència i Unió (CIU) se ha subido al carro pensando -en mi opinión, equivocadamente- en el rédito electoral. En la ebullición social por conseguir una Cataluña con fronteras, aduanas y más peajes están surgiendo grupúsculos más radicalizados todavía que ERC, como la CUP, que lograrán mejorar sus expectativas electorales con un discurso aún más victimista. Previsión: el sueño de la independencia dará alas a ERC y esos partidos radicales y se convertirá en una pesadilla para CIU.
Pero, ¿cómo se ha llegado a este punto? La respuesta merece un análisis amplio, serio y sosegado, que llegará cuando se desactive esta bomba de relojería que, a su vez, sucederá cuando la estrategia acabe por explotarle electoralmente a CIU, partido nacionalista que hasta la fecha había mostrado un sentido de Estado (español) hasta que llegó al frente del mismo y de la Generalitat el tal Artur Mas (por favor, léase /Artúr/, al ser una palabra aguda y no llana como se empeñan muchos periodistas de Madrid).
La respuesta sería doble. Por un lado, el nacionalismo gobernante en Catalunya y el desastre del tripartito -en la práctica igual o más nacionalista que los gobiernos de CIU, con el inestimable apoyo del errático Zapatero- llevan más de 30 años construyendo una Catalunya excluyente a través de los símbolos y la lengua; y, por otro, CIU decidió dejar de ser el partido nacionalista constitucionalista para convertirse en un apéndice de ERC en una competición por ser el más radical, victimista e independentista.
En este punto surge el problema, cuando los nuevos líderes de CIU -entre ellos, uno de los hijos del histórico Jordi Pujol- detectaron un aumento de la ola independentista y decidió sumarse para no ceder todo el protagonismo a ERC. Sin embargo, CIU no es ERC y esa ola se está convirtiendo ya en un tsunami que acabará por arrasar CIU y ya veremos si no toda Catalunya también. Qué débil es la memoria histórica. CIU es el partido que ha gobernado la mayor parte del tiempo la Generalitat de Catalunya y con sus votos dieron estabilidad a dos gobiernos nacionales, uno del PSOE con Felipe González y otro del PP con José María Aznar. Es la misma CIU que gobernaba Catalunya cuando todos los españoles apoyamos a Barcelona en los magníficos Juegos Olímpicos de 1992, apoyo moral, pero también económico. CIU ha sido un partido nacionalista de los considerados 'serios', al no cuestionar el encaje de Cataluña en España y ha sido siempre una coalición (CDC y UDC) próxima a la burguesía y el empresariado catalanes.
Pero la deriva independentista en esa huida hacia adelante de Mas, convierte a CIU en un apéndice de ERC, que es el partido que está llevando la iniciativa realmente, y lo está distanciando de un sector importante del empresariado catalán, que no quiere ni oír hablar de una independencia que supondría salir de la Unión Europea (UE) y el abandono de decenas de multinacionales y empresas españolas, la huida de los inversores extranjeros y el boicot a los productos catalanes por parte del resto de España. Además, Unió Democrática de Catalunya que lidera Josep Antoni Duran i Lleida no está por la labor de la independencia y puede que termine dando un puñetazo en la mesa, con una posibilidad de ruptura de la coalición si, como se prevé, CIU se estrella electoralmente en los próximos comicios autonómicos. Artur Mas y los suyos, sin embargo, ya no escuchan a nadie y han propuesto un gran pacto para acudir juntos todos los nacionalistas a las elecciones europeas, que sin duda sería un éxito electoral importante, pero para CIU sería un anticipo del desastre que la estrategia le supondrá en las próximas elecciones catalanas.
Sólo en ese momento CIU cambiará su errática estrategia.
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