Rafa Escrig.
El otro
día cayó en mis manos uno de esos test para conocerse a sí mismo.
Debía responder a una serie de preguntas calificándome del cero al
diez sobre facetas de mi carácter, al estilo de: feo
/ guapo; mentiroso / sincero…
El juego consistía en comparar mi valoración con la de otra persona
que me conociera bien y que puntuara las mismas cuestiones. Lo hice.
Primero me califiqué a mí mismo, intentando ser absolutamente
sincero. Sólo en una de las preguntas me di la puntuación mínima,
era la que decía: poco
deportista / muy deportista; lo
del deporte no es para mí. Y sólo en una me di la máxima
valoración, la que decía: quisiera
ser otro / quisiera ser yo mismo.
Pienso
que lo más honesto del mundo es ser uno mismo, con todos los
defectos incluidos. Terminé por contestar a las dieciocho preguntas
de que constaba el test. La sorpresa fue cuando vi la puntuación que
la otra persona me había dado. El caso es que no me dio la mínima
puntuación en ninguna respuesta y me dio la máxima nada menos que
en tres de ellas. La puntuación final reflejó que yo me daba ciento
trece puntos y ella ciento cuarenta.
Viendo
el resultado así no dice demasiado. Hay que ver los detalles, y el
que más gracia me hizo fue la valoración que me dio a la cuestión
de feo
/ guapo.
Yo me había valorado en un cinco, por aquello de estar en mitad de
la tabla, pero ella me puso un ocho ¡Qué subidón me dio al verlo!
Después he pensado: claro, algo debe verme. La otra respuesta que me
llamó la atención, fue la de tacaño
/ generoso,
a la que yo, por lo mismo que la anterior, me había otorgado ese
diplomático cinco, cuando ella me puntuó con la nota máxima, un
diez. Y esto aparte de desconcertarme bastante me dio que pensar toda
la tarde, hasta el punto de hacerme escribir esto y llegar a la
conclusión de que el amor nos lleva a ser generosos y a tener buenos
sentimientos, a borrar las imperfecciones y, en definitiva, a ver las
cosas a través de ese conocido filtro de color de rosa.
¿Qué
clase de endorfinas produce nuestro cerebro, tan capaces de
sobrevalorar o incluso falsear la realidad? Ahora mi duda y mi
pregunta es la siguiente: ¿Qué respuestas me hubiera dado la otra
persona si le hubiera dado a hacer el test después de un enfado de
tres o cuatro días, por ejemplo? Esa otra persona, como ya se habrán
imaginado era mi mujer, claro.
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