TERESA ORTIZ. /EPDA Lo que está sucediendo en
Ucrania no es una guerra de igual a igual, ni provocada por igual por dos
bandos que no han sido capaces de dialogar previamente. Lo que está sucediendo
en Ucrania es toda una invasión, una agresión unilateral e injustificada, un uso
desmedido de la fuerza y todo un genocidio en prime time televisivo por parte
de un dictador, mafioso, matón y genocida, sobre los habitantes de un país europeo
y europeísta, donde está instaurada una democracia y cuyas gentes solo quieren
lo que ustedes y yo queremos, poder vivir en paz.
Que ciertos poderes políticos
y mediáticos afines no les confundan. Esto está siendo un desafío brutal de una
dictadura a una democracia. Esto está siendo un ataque total a la libertad,
desde la barbarie y el horror más espantoso. Ante esto, las ucranianas y los ucranianos
están recurriendo a su legítimo derecho a la defensa, por mucho que desde ciertos
sectores de la izquierda socialcomunista española nos quieran hacer
permeabilizar el concepto de antaño de su 'no a la guerra' en algunas pancartas
o atacarnos a los que rechazamos de frente lo que hace Rusia mediante el
calificativo de 'los partidos de la guerra'. Aquí no vale sorber y soplar. Aquí
no vale decir 'Putin malo, pero OTAN peor'. Esto ha de ser un claro, rotundo y
unánime 'NO a la invasión', sin medias tintas y sin ambigüedades de ningún tipo.
Los habitantes de Ucrania tenían
sueños de vida, de desarrollo profesional y personal, de que las próximas
generaciones estuvieran más cerca de Europa que de Rusia. Sin embargo, todos
esos sueños se han visto convertidos en pesadillas y en muerte a causa de un
dictador de falsas urnas y su cohorte de varias capas de oligarcas de todo tipo
y perfil, incluidos sus mandos militares. Que nadie espere un derrocamiento
rápido del tirano, pues todo el conglomerado de cargos y el multimillonario
dinero repartido a su alrededor lo va a impedir, por mucho que pueda leerse lo
contrario en algunas crónicas periodísticas. El pueblo ruso está, hoy por hoy, demasiado
alienado, sometido y enmudecido a la fuerza, como para soñar con que pueda
despertar inmediatamente.
Si quieren entender o
profundizar en los motivos geopolíticos por los que Rusia ha invadido Ucrania,
esto es quizás algo que no van a poder encontrar en este artículo, pues no soy
experta en la materia, ni tampoco pretendo serlo. Sí que les digo que, en
virtud de mis conocimientos de historia y de estrategia política, en la
actitud, actuación y palabras de Putin veo reflejadas intenciones y pautas de otros
genocidas fascistas y comunistas del siglo XX, de tan infausto recuerdo. El
agravante ahora es que, tanto el nuevo genocida, como su cohorte, poseen un
gran arsenal de armamento nuclear y los mecanismos de contención ante las
decisiones unipersonales extremas del jerarca no están protocolizados ni
controlados en Rusia, ni tampoco en otras dictaduras, como sí que lo están en
las democracias. Esta amenaza nuclear de Putin sostenida en el tiempo, que
nadie en su sano juicio desearía replicar, puede acabar siendo una oportunidad
para hacer realidad sus deseos expansionistas en el futuro.
Creo, sinceramente, que la
invasión de Ucrania estaba pensada desde hace mucho tiempo por Putin y los
suyos, pues este ya verbalizaba y demostraba hace años una intención de
expansión nacionalista e imperialista. Lo malo es que quizás, dichas acciones
no vayan a acabar solo en Ucrania. Pienso que Putin ha encontrado una opción de
presión política y militar sobre los antiguos territorios soviéticos europeizados,
pero sin alcance OTAN y, en el peor de los escenarios, también sobre democracias
históricas consolidadas que no están vinculadas a dicha organización de defensa.
Por ese motivo, nada más empezar el acto criminal de invasión de Ucrania, Putin
nombró también de manera amenazadora a Finlandia y a Suecia. Recuerden, un ex
de la KGB nunca dejará cabos sueltos.
Sobre la respuesta económica
europea y mundial, a fuerza de ser sincera, hemos encontrado una potentísima
actuación en materia de sanciones económicas en un frente común europeo, que
supone una auténtica alianza continental, que ojalá fuese reproducible también a
escala de la política española en muchas decisiones de Estado. A fecha de hoy,
siete bancos rusos han quedado fuera del uso del sistema Swift pero, por
desgracia, Europa ha dejado aún dentro a dos de los tres principales bancos (Sberbank
y Gazprombank), porque gestionan transacciones energéticas en la UE. Esperemos
que también se acabe siendo contundente contra estos dos bancos estrella del
país agresor.
Lo que me pregunto, y es una
crítica a las democracias occidentales, es cómo puede llevarse a cabo una
convivencia casi normalizada en el marco internacional con países como China o
Rusia, que son dictaduras y se han generado históricamente interdependencias
económicas y comerciales robustas, de difícil desconexión inmediata, como lo
que sucede con los oleoductos y gaseoductos centroeuropeos. Excepto la última
batalla comercial entre Estados Unidos y China por las telecomunicaciones, quizás
todo se encontraba demasiado filiado y confiadamente interrelacionado.
Igualmente, me pregunto cómo pueden otorgarles máximos reconocimientos
internacionales simbólicos a estos países claramente no democráticos, como son
la celebración de Olimpiadas de verano/invierno o Mundiales deportivos, como el
que se va a disputar en Qatar en 2022, cuando la ciudad de Madrid y, por ende,
el Gobierno de España, se han cansado literalmente de que les tomen el pelo
presentando varias veces la candidatura olímpica de nuestra capital, siempre
con final infructuoso.
Dentro de todo este
consentimiento internacional, no concibo cómo se ha estado conviviendo décadas con
casi plena normalidad con Putin, como si su pasado en la KGB y la presencia de
sus mafias rusas campando a sus anchas por Europa, no fuesen suficientes indicadores
de que podrían acabar dándose situaciones ya irreversibles, como las que hoy
están sucediendo en el corazón de Europa. Tampoco se entiende que se hayan
obviado señales tan claras como el envenenamiento con polonio del exespía
disidente Alexander Litvinenko en 2006, el asesinato en 2007 de la periodista
Anna Politkóvskaya,
el conflicto militar con Georgia de 2008 o el reciente intento de
asesinato mediante el agente nervioso Novichok del
opositor ruso Alexei Navalny. Vale que, en el continente europeo, tras
la reciente retirada de Angela Merkel de la primera línea política, no estén
surgiendo liderazgos claros, pero de ahí a haber cedido tanto terreno previo
con el dictador ruso es inconcebible. Además, creo que Putin tiene localizadas
las debilidades de muchos de los jefes de Estado europeos en lo relativo al
cortoplacismo y ambigüedad de muchas de sus decisiones, pensando únicamente en
sus propios resultados electorales. Como reflexión, recuerden que, a pesar del
reconocido liderazgo de Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial,
este perdió las elecciones de julio de 1945, dio paso a un sucesor y su país
siguió funcionando igual o mejor.
Sobre Estados Unidos y España,
creo que, hoy por hoy, Joe Biden está convencido de que España no es un socio
internacional fiable para su país, pues tiene un gobierno socialcomunista
ejerciente. No le falta razón, visto lo que los socios de Sánchez de Podemos,
Bildu y separatistas votan en el Parlamento Europeo respecto a Ucrania, así
como sus discursos políticos en España, siempre ambiguos y/o prorrusos. Además,
los hechos tangibles son la mejor prueba de esa desconfianza americana, con la reciente
rectificación de Sánchez, obligada por la OTAN, en materia de envío de armas
ofensivas a Ucrania. Hay que reconocer que el papel de Josep Borrell está
siendo muy importante en esta crisis para poder atenuar la nefasta imagen del
gobierno de Sánchez.
Finalizo estas líneas dando
todo mi apoyo al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, quien hace unos días ha sido
incorporado a ALDE (Grupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas por
Europa), donde se encuentra enmarcado también Ciudadanos. Esperemos que pasen
los meses y siga a salvo para poder seguir transmitiendo su energía y liderazgo
a los suyos, así como a los mandatarios y a la opinión pública de las naciones
democráticas. Hacen falta más Zelenskis en el mundo.
No hay día que no piense en las personas que están muriendo injustamente
en esta invasión, en los heridos y desplazados, así como en los niños que huyen
de la mano de sus madres o incluso solos. No dejo de estremecerme. Jamás pensé
que en pleno siglo XXI, tras lo durísimo de la pandemia, estaríamos viviendo
las mismas pesadillas de la Europa de 1932 a 1945, a causa de un nuevo demonio.
Ojalá no se repita nunca más la historia. Mientras, cada uno de nosotros
podemos contribuir a que la libertad triunfe ante la dictadura, la barbarie y
el horror. Las frases de que en cada persona hay un héroe, y que, en cada acto,
por pequeño que sea, hay una heroicidad, han de hacerse realidad en cuanto a la
ayuda humanitaria y de cualquier otro tipo con la población de Ucrania. Ojalá
sea así, y todas y todos nosotros podamos demostrar ser ese pequeño héroe.
Ucrania y los ucranianos lo necesitan. El mundo lo necesita.
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