Vicente Cornelles. /EPDA Som Castelló (Som CS) es el único partido político de Castellón, nacido en Castellón y para Castellón. Las demás formaciones políticas que se presentan para las elecciones municipales del 28-M son solo franquicias nacionales o regionales, con sede en la capital de La Plana. Depende de Madrid el partido de las ‘nancys rubias’ bien remuneradas, las de moño de peluquería, vacas sagradas, vetustas asesoras y cachorrines soberbios y autosuficientes con cara de melindrosos. También está subordinado a Madrid, sin escasa autonomía en la toma de decisiones para Castellón el partido de los peluquines bravíos, rizos dorados turísticos y ‘monsieur le president’ enamorado de Alicante.
A Valencia obedece el partido de los ‘gurus’ orondos Gargamel y cabellos femeninos de casquete ‘manu militari’. Todos ellos se arrodillan ante sus gerifaltes dejando a la capital de la provincia en un estado de abandono y olvido, aunque llenando sus bolsillos sentados en sus tronos. Som Castelló es voluntad de trabajo y vocación de servicio -la virtud de trabajar y de disciplina calvinista en la gestión es más Castellón. Partirse la cara por la ciudad turquesa y naranja y escuchar con generosidad las reivindicaciones del pueblo, atendiendo a los valores universales de la justicia, solidaridad y respeto por los demás es otro de sus marchamos.
No es un partido ideologizado, ni tampoco tiene las hipotecas de corrupción y mochilas malsanas que arrastran las gigantescas maquinarias de ganar o perder elecciones, tal cual, en que se han convertido los partidos políticos al uso. Som Castelló es un proyecto ilusionante frente a las tristezas y las rutinas interesadas de los otros. Clarividentes y comprometidos, los miembros de la formación municipalista están en la calle en actitud proactiva, defendiendo a capa y espada lo que quieren y desean los castellonenses para mejorar su calidad de vida.
Castellón se merece más, mucho más, con propuestas viables y no promesas imposibles. Sobran los motivos para que Som Castelló abandere el sentimiento de pertenencia a una ciudad que recuperará su fuerza, empuje y categoría sin ningún tipo de vasallaje a quienes intercambian su servidumbre por 30 monedas de plata. Por cierto, ir tanto a la peluquería no significa más votos y, además, se pierde el tiempo para trabajar por tu ciudad.
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