Susana Gisbert.
Consternada. Horrorizada. Espantada. Destrozada. Indignada.
Frustrada. Impotente. Triste. Desesperada. Angustiada. Enferma.
Machacada… Así es como me ha hecho sentir este verano azul que la
cobarde acción de quienes se sentían dueños de las mujeres volvió
negro. Para ellas. Para quienes las querían. Para todos.
Consternada, porque la cifra de muertes suma y sigue en una espiral
sin fin.
Horrorizada, porque no hemos sabido llegar a tiempo de evitarlo.
Espantada, porque parece no haber manera de parar esta masacre.
Destrozada, porque cada una de ellas pesa en nuestras conciencias de
un modo insoportable.
Frustrada, porque por más que luchemos contra este horror, nuestros
esfuerzos parecen no tener ningún resultado.
Impotente, porque no encuentro el modo de poner fin a esto.
Triste, porque sé que son muchas y que probablemente seguirán
siéndolo.
Desesperada, porque sé que cada minuto una mujer sufre agresiones en
silencio.
Angustiada por la certeza de que la última nunca será la última.
Enferma, porque no entiendo cómo se puede seguir dando prioridad a
cualquier otra cosa.
Machacada, porque aunque intento seguir peleando contra esto con
optimismo, cada nueva víctima me duele como un hachazo.
Y podría seguir y seguir… Porque esta terrible lacra sigue y
sigue, y ha convertido este verano en un perpetuo invierno para
muchas personas, todas esas mujeres que ya no podrán disfrutar del
resto de su vida, y sus hijos, sus hermanos, sus padres, sus amigos,
que ya no podrán disfrutar de ellas. Y todos y cada uno de nosotros,
que tal vez no hicimos cuanto estuvo en nuestra mano para evitarlo.
Porque ésta es una lucha de todos. Porque no podemos acostumbrarnos,
ni resignarnos, a que esto siga pasando. Porque estas mujeres han
sido asesinadas por quienes más debían de quererlas, en nombre de
un sentimiento que es todo menos amor. Y que no podemos consentir que
se alimente.
Por eso, pongamos de nuestra parte. Abramos los ojos. Quizás la
violencia machista esté más cerca de nosotros de lo que imaginamos,
y no nos hayamos dado cuenta. Puede ser nuestra amiga, nuestra
hermana, nuestra vecina. Denunciemos, si sospechamos algo, y si no,
salgamos a la calle, gritemos basta.
Pero no nos resignemos. Y que el próximo verano me sienta
esperanzada, alegre, optimista y útil. Y que vuelva a ser azul.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia