Paco Sarro Hace muchos años que ejercí mi voto por primera vez. No fui a ningún mitin porque por aquel entonces vivía más pendiente de mi ocio. Pero si tuve la oportunidad de verlos por la tele a casi todos. ¡Que grandes oradores! Convenciendo a miles de personas que si esto que si lo otro… banderas, aplausos… cantautores que amenizaban los actos… todo eso en 1977 y enfrente un país desentrenado que hacía largas colas entre semana para votar, alcanzando participaciones del 80%. Yo no voté por razones de edad, pero me molaba, porque se votaba entre semana y no iba al cole.
Nunca he pertenecido a partido político alguno y eso me da libertad para depositar la papeleta en el montón de los ganadores. Casi siempre he ganado. Y el casi es porque un año me enfadé con el mundo y le dí mi confianza a los verdes. Y no salieron.
Aquellas campañas eran sucias porque se lanzaban al aire montones de panfletos para que la gente se convenciera de lo mejor. Ya hace tiempo que esto no ocurre, con la megafonía, las redes sociales y los canales de televisión sobra para que muestren los políticos sus hojas de ruta, que por supuesto, nunca llegan a buen puerto.
Pero prefiero aquella suciedad a la de ahora, donde vale… casi todo.
Ahora los mítines no llenan las plazas de toros, ni suelen ir acompañados de cantantes. Las campañas van orquestadas contra cualquier salida de tono del contrario y eso llega al votante, transformando en odio que gana violencia y desencadena peligro en la convivencia (familiar, laboral, de ocio…) En mi grupo de… somos ciento y pico y pasa.
Y aunque no creo que lleguemos a la guerra civil, si que trazamos una línea de amor y odio a través de los whatsapps (que dan miedo) o tomando café en un ambiente relajado donde la mecha fácilmente se enciende.
Y todo es una bola de nieve que cada vez se hace más y más grande. Que tiene su punto final en la creación de un gobierno malo, lleno de tramposos que mienten en sus currículums para demostrar un estatus falso. Corrupciones que cuando se descubren se transforman en amenazas…
He pensado en otro tipo de delito, para ponerme a la moda. El delito de rabia. Rabia de que no entiendan los políticos que los españoles no somos tontos. Que la ciencia política es a extinguir por culpa de los que mandan (vale con ser actor, torero, cantante... astronauta) antes que politólogo.
Y finalizo pensando que los primeros espadas dejan mucho que desear.
No sé como lo han hecho, pero media España tiene rabia de la otra media. Y los responsables son ellos, los que ansían gobernar, los que deberían hacer un curso sobre la reeducación social y política, los que tendrían que alejarse de los caminos de la ambición y afán de poder. Deseo que se vacíen los asientos de políticos de medio pelo que hacen que a los ciudadanos se les quiten las ganas de ir a las urnas para elegir al menos malo.
Acudiré a votar. Es nuestro compromiso. Todo sea que encuentre una papeleta electoral a nombre de “La Princesa del Pueblo” y cometa una barbaridad
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