Teresa Ortiz. /EPDA Llevo más de veinte años trabajando, los últimos diez como directiva en diferentes sectores, y creo que existen entornos más avanzados que otros respecto a la igualdad real entre hombres y mujeres. He trabajado siempre gestionando departamentos con naturaleza económico-administrativa y "curiosamente" la mayor parte de mis equipos han estado compuestos en su mayor parte por mujeres. Cuando he llegado a esos departamentos, la proporción media inicial entre mujeres y hombres ha sido de 4 sobre 5. Con todo, cuando he tenido que tomar decisiones de promoción, siempre las he realizado respecto a la valía de los candidatos como variable principal. Sin embargo, en mi interacción con otros sectores empresariales, he notado una proporción mayor de hombres, además de que, en los puestos de alta dirección de los mismos, casi nunca había mujeres.
Un informe sobre la brecha de género del Foro Económico Mundial (WEF), indica que harán falta 132 años para cerrar esta distancia. Naciones Unidas ha implementado numerosas acciones y estudios sobre la materia, pero la verdad es que queda muchísimo camino por recorrer. En España, la actual ley orgánica 3/2007, o ley de igualdad de 2007, fue un gran avance en lo que a los derechos de la mujer se refiere. Hemos de tener en cuenta que determinadas leyes, que favorecen la conciliación de las personas, ayudan a que tanto hombres como mujeres puedan compaginar su vida personal con su vida profesional con el trasfondo de velar por el interés de la familia.
A pesar de todo, resulta doloroso que en pleno siglo XXI nos siga pareciendo normal escuchar "es la primera mujer que...". En muchos ambientes profesionales consideramos que hemos dado grandes pasos para alcanzar una igualdad real. Sin embargo, en el ámbito de la política estos pasos todavía no se vislumbran.
Hace poco más de un mes, Giorgia Meloni se convertía en "la primera mujer que..." era presidenta de Italia, uno de los países fundadores de la Unión Europea. En muchos países de los llamados desarrollados nunca hemos tenido una mujer presidiendo el Gobierno. Pero no es solo el caso de España, también lo es de Estados Unidos o Francia, entre otros. Y ni hablar de los países donde ninguna mujer ejerce funciones en los Gobiernos, como pueden ser Arabia Saudí, Armenia, Azerbaiyán, Brunéi y tantos otros a lo largo del globo terráqueo.
Aunque hay que decir que en Francia sí hay una primera ministra mujer, Élisabeth Borne. Igualmente, Sanna Marin es primera ministra de Finlandia desde diciembre de 2019, caracterizándose su mandato como una etapa de buena gestión, no ajena sin embargo a polémicas artificialmente creadas por sus detractores, que no han tenido en cuenta lo duro del momento mundial actual, siendo Finlandia un país vecino de Rusia, con todo lo que ello conlleva ahora mismo desde el punto de vista geopolítico. Al igual que Jacinda Aarden, que es también la exitosa primera ministra neozelandesa desde agosto de 2017.
A pesar de estos últimos casos de éxito nombrados, las mujeres siguen estando marginadas en gran medida de la esfera política en todo el mundo, a menudo como resultado de leyes o estereotipos de género discriminatorios. Pero también debido a que la pobreza, que afecta a su acceso a servicios básicos como la educación o la sanidad, les afecta de manera desproporcionada, tal y como se indicó en la resolución sobre la participación de la mujer en la política en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2011.
Conseguir un avance significativo de las mujeres en la política, tal y como se ha ido logrando en otras profesiones, ayudará al posicionamiento de las mujeres a nivel global y a una mayor riqueza en la toma de decisiones públicas. Quizá, forzar la paridad numérica en el acceso a los cargos públicos puede llegar a discriminar el verdadero mérito de las personas, más allá de su género. Pero por desgracia, como explican algunos expertos en la materia, es mucho más rápido obligar desde las instituciones, que cambiar por medio de la educación la mentalidad de la sociedad para alcanzar una igualdad real. Con todo, en política solemos encontrarnos más hombres que mujeres y eso lleva a que la misma promoción lleve a más hombres a puestos de responsabilidad política, sobre todo cuando se llevan a cabo injustas decisiones de designación por criterios de afinidad y no de mérito y capacidad.
En consecuencia, queda mucho camino por recorrer, sobre todo de permeabilización en la sociedad del concepto de la igualdad plena de género en la política. Se trata de tener a los mejores servidores públicos, y nadie puede negar que haya mujeres preparadísimas y con gran vocación de servicio. Se trata, en definitiva, de poner en los sitios que requieren mayor preparación a los más preparados. No hay recetas mágicas, solo buena gestión y sentido común.
Mi partido, Ciudadanos, es un ejemplo de lo que expongo. Contamos con una presidenta mujer, Inés Arrimadas y figuras femeninas de alta relevancia política, como Begoña Villacís, María Muñoz, Patricia Guasp, Susana Solís o Sara Giménez, entre otras muchas personas ejemplares en su cometido, sin querer dejarme a nadie en el tintero.
España debe seguir avanzando en el posicionamiento de las mujeres en puestos de relevancia, no solo en muchos campos profesionales, sino también en el mundo de la política. Y ojalá algún día nos encontremos ante un mundo en el que no tengamos que mirar el género de la persona que ocupa un determinado puesto de relevancia, sino solo su formación, experiencia, méritos y logros profesionales.
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