Emilio Adán. //FOTO EPDA
El
Periódico de Aquí inicia hoy una serie de entrevistas a personajes
históricos de Sagunto y el Camp de Morvedre, comenzando con los
alcaldes, desde la transición hasta nuestros días, por ser los
principales referentes institucionales de la ciudad.
El
primero fue el último alcalde de la dictadura de Franco y el
primero de la transición, Emilio Adán, quien conserva, a sus 78
años, una memoria privilegiada.
Emilio
Adán nació en 1933. Cuando terminó la Guerra Civil española tenía
sólo 6 años. Recibió una estricta formación católica
en el Colegio Maristas de Valencia y a los 14 años, como cualquier
joven de la época, se apuntó junto a sus ‘‘amiguetes’’ del
colegio al Frente de Juventudes, ‘‘donde hacíamos deportes
y se nos inculcaba la doctrina de José Antonio Primo de Rivera’’.
‘‘Me intregré con entusiasmo’’, señala, y ascendió de tal
manera que ya era jefe de Centuria al ingresar en la
Universidad.
‘‘Creamos
la Falange Universitaria. Eran los años 50-60 y mantenía una
actitud rebelde frente al régimen, porque pensábamos que
Franco se había alejado del pensamiento falangista en lo social
y había abrazado el capitalismo’’. Para controlarlo, utilizaron
la táctica del cargo -qué poco cambian algunas cosas con el
paso del tiempo- y así llegó a ser jefe del Sindicato Español
Universitario, que ofrecía distintos servicios a los
universitarios.
Así
pasó su juventud, hasta que conoció a su mujer, hizo oposiciones e
ingresó como funcionario en el Ayuntamiento de Valencia. Y
después llegó la oportunidad.
‘‘Al
poco surgió la posibilidad de ser asesor jurídico en Altos Hornos y
así fue como me vine a vivir a Sagunto en 1961-62. Cuando me aparté
completamente de la política y en el Gobierno me
consideraban molesto, llegándome a llamar los jerarcas de
Valencia ‘‘rojo emboscado’’.
Pasó
una década y un buen día el alcalde de Sagunto, Vicente Masip,
enfermo, presentó su dimisión. ‘‘Fue entonces cuando
recibí la llamada del gobernador y yo rehusé informándole
que tenía cuatro hijos y que necesitaba trabajar para poder atender
a mi familia’’. ‘‘Te buscaremos una solución’’, fue
su respuesta a su negativa.
Villar
Mir
Después
intervino Villar Mir, que luego fue ministro, y la empresa me ofreció
un horario flexible para compatibilizar el trabajo con la
alcaldía. ‘‘La acepté con ilusión. Y así fue cómo un día me
vi en un Ayuntamiento donde no conocía a nadie. Había 12
concejales, los elegían los tres tercios, los cabezas de
familia, el tercilo sindical y representantes de entidades y
asociaciones. Había gente muy importante de la sociedad saguntina,
como Miguel Escrig, Martínez Maties, Vicente Denís... y del
Puerto, como Ramiro Martínez, Luis Cuadau, Mariano Batalla o Sanchis
Cuartero’’.
Emilio
Adán observa la política de entonces y ahora con importantes
diferencias. Por ejemplo, los concejales de aquella época ‘‘no
estaban tan ideologizados. Todo el mundo era gente
desinteresada, que no cobraba un duro. Era gente honrada. Y el
alcalde sólo percibía 4.000 pesetas al mes en conceptos de gastos
de representación. La gente trabajaba y se desvivía. Y no se
enchufaba a nadie. Los funcionarios entraban por oposición. De
hecho, sólo había un cargo de libre designación, el secretario
del alcalde, cargo para el que designé a Javier Hormaechea, que
era una amiguete mío, quien falleció el año pasado’’.
La
IV planta
Corría
el año 1971, cuando se planeaba la IV planta siderúrgica, que
sería la mayor inversión en la historia de España y la plantilla
pasaría de 4.000 a más de 10.000 personas. Pero hace 40 años
Sagunto no tenía agua, ni viviendas, ni infraestructuras, ni
sistema de saneamiento, ni servicios sanitarios ‘‘para
convertirla en una ciudad que entonces se decía que tendría más de
150.000 habitantes’’.
Pese
a la envergadura del proyecto, el alcalde se posicionó a favor del
pueblo, reclamando inversiones al gobierno de Madrid. ‘‘Llegó
el momento en que se iban a iniciar las obras. Y a mí se me
planteaban problemas básicos, como qué dinero tenía que aportar la
empresa. El señor Villar Mir me dijo que no tenía que pedir
licencia porque las obras las autorizaba por decreto-ley el
Gobierno de la nación’’.
‘‘Yo
que era abogado y asesor le dije que no era así. Se lo hice saber al
presidente de Altos Hornos y al Ministerio de Gobernación.
Iniciaron las obras y me vi obligado a mandar a policías nacionales
a paralizar las obras’’. La respuesta que obtuvo desde el
Ministerio de Gobiernación fue: ‘¡Estás loco! ¿Qué haces?’.
No
fue la única batalla contra el poder. Otro problema grave surgió
con la depuradora para tratar todos los residuos, que iban a pagar
junto a Ciudadmar -‘‘una gran charca de mierda’’, recuerda-.
El Plan General de Ordenación Urbana la recogía en la zona
industiral y Altos Hornos se negaba ‘‘porque aducían que
les molestaba. Ellos querían ponerla en Menera. Me negué en redondo
y comenzamos una batalla jurídical, hasta que, al final,
conseguí que se hiciera más o menos donde quería el
Ayuntamiento’’.
No
fueron los únicos contenciosos. Emilio Adán rememora el
conflicto con los terrenos que había que expropiar hasta Puçol,
en el que el Tribunal Supremo les dio la razón, o la lucha por
lograr que el puerto fuera público y no particular y exclusivo de
Altos Hornos.
‘‘Me
pasé cuatro años y medio muy duros, entre enfrentamientos con
la dirección de la empresa en la que en teoría tenía mi
puesto de trabajo, de donde recibí coacciones muy duras.
Después murió Franco en 1975 y se levantó la veda contra los
franquistas. Hubo manifestaciones y situaciones muy violentas
que yo tuve que afrontar, porque las nuevas fuezas políticas tenían
un enemigo: quienes representábamos al gobierno de Franco. Eran
tiempos en que moría un niño por meningitis y había una
manifestación contra el alcalde’’.
Y
llegó el momento de convocar elecciones para el nuevo
Paralmento en 1977 tras la ley de reforma política. Y esto ya
forma parte del segundo capítulo, previsto para la edición del
viernes 24 de junio.
ENFRENTAMIENTO
"Girona
me atacaba por todos los medios desde Las Provincias’’
Una
de las múltiples anécdotas que recuerda como si fuese ayer es
la particular guerra
que
protagonizó con Manuel Girona cuando éste colaboraba con Las
Provincias, antes de ser alcalde socialista. ‘‘Me atacaba
por todos los medios’’.
Corría
el año 1977. El 24 de abril Adán presentaba la dimisión como
alcalde de Sagunto. ‘‘Tras la muerte de Franco, Girona se quitó
la careta y comenzó un ataque injusto’’, rememora.
El
momento más conflictivo se produjo tras aquella renuncia, ante
de las elecciones democráticas, cuando Girona le
entrevistó para el periódico decano.
La
entrevista discurría con normalidad, hasta llegar a la última
pregunta. ‘‘Me dijo que además de trabajar en Altos Hornos,
tenía un despacho de abogados. En realidad estaba mi mujer y yo
colaboraba en el tiempo libre. ‘Habrá constructores que irán a tu
despacho’, me dijo. A lo que yo le respondí afirmativamente. Como
me dejó la mosca detrás de la oreja, me fui a Las Provincias,
que entonces estaba en la Alameda. Les pedí que me la enseñaran
para ver si había algún fallo. A doble página titulaba
así: ‘El alcalde de Sagunto es el abogado de los constructores’.
Entré en el despacho de María Consuelo Reyna y le dije que si tenía
algún indicio de que prevaricaba o estaba cometiendo algún
delito, que lo pusiera con claridad y que nos veríamos en los
tribunales. ‘Eso es tirar la piedra y esconder la mano’, le
recriminé. Al final cambiaron y a partir de aquel incidente
hice cierta amistad con María Consuelo Reyna’’.
Cuando
llegue el turno de Manuel Girona, quien fuera después alcalde
socialista de Sagunto y presidente de la Diputación de Valencia, se
conocerá su punto de vista sobre este poco conocido episodio
histórico.
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