Modesto Martínez.
… así intentaron
entrar a matar hace unos días los “amigos” de izquierda unida. Sin ambages,
siendo tajantes y contundentes, tanto en las formas como en la finalidad. Si,
aunque no se lo crean, querían prohibir los festejos taurinos populares. Adalides
de la libertad, de la democracia y muchas veces de la voz del pueblo, menos de
los que hacemos toros, claro está. Yo, inocentemente, pensaba que en esas
formaciones que tanto se las dan de defender la cultura; los taurinos seriamos
respetados, como mínimo. En corto nos atacaron y por derecho nos defendimos.
Aunque más que defendernos sacamos esa fuerza reposada que sólo usamos en
momentos puntuales, sin violencia, no quieran sacar mis palabras contexto.
Hablaron de muchas
cosas, todas nuevas. Entiendan mi ironía. Demostraron ser unos genios de las
matemáticas, sus argumentos se basaron en sumar los datos que aparecen en las
memorias anuales de festejos populares y sacaron una conclusión: son
peligrosos. Claro, si sumamos los accidentes que hay en cualquier ámbito de la
vida, lo sacamos de contexto y lo repetimos mil veces queriéndolo hacer
creíble, hasta caminar debería estar prohibido.
Después hablaron de
los costes de la fiesta. Tranquilos ustedes con sus impuestos no van a pagar
la asistencia de los mismos. Nosotros sólitos lo hacemos con nuestros seguros,
uno de responsabilidad civil y otro de accidentes. Casi seguro que no se han
leído ni el decreto para salir a la palestra a opinar. No se preocupen, si algo
tenemos los taurinos, como dirían los antiguos: “cada ú es paga lo seu”.
Llegaron a hablar de hacer referéndum sobre la fiesta. Claro, ¡que guay!,
podíamos hacer uno para cada fiesta, celebración o actuación que se realiza en
un pueblo, y no hace falta que trabajemos, nos dedicamos a ir a votar todos los
días. Eso, lo de votar, ya lo hacemos cada cuatro años. Y, la verdad, tenemos
que trabajar, y mucho, para hacer nuestros festejos, no podemos estar perdiendo
el tiempo. Alguno de los que están leyendo saben lo que cuesta ser de una peña
en tiempo, en dinero y disgustos. Unos costes que se transforman en alegría al
ver las calles llenas para ver esos toros elegidos minuciosamente para la
ocasión. Se llenan los bares, las tiendas e incluso algunos pasan semanas
enteras en las localidades donde los toros son protagonistas. Pero eso, en esas
sumas imperfectas, no aparece. Por no hablar del dinero generado.
Amigos, tenemos una
cabaña brava autóctona orgullo de todos. Especialmente debería serlo de esos
que se hacen llamar ecologistas. Unas explotaciones que debemos defender y que
mejor forma que apoyando los festejos, no queriéndolos prohibir, haciendo
ecologismo activo. No de pancarta y silbato.
Nosotros, los
taurinos, vemos nuestra manifestación como lo que es. Una seña de identidad
del pueblo valenciano. Un elemento vertebrador, cohesionador y como tal nunca
debe ser usado como elemento de agresión. Al revés, debe servir para hacer
fuerte nuestro sentimiento de pueblo, ese sentir muchas veces olvidado que nos
hizo grandes en épocas pasadas.
Estaría horas
escribiendo, me hierve la sangre, pero nos os quiero aburrir. Os quiero dar las
gracias por el apoyo que la fiesta ha recibido estos días, a todos,
independientemente de la condición de cada uno. Quisiera acabar con una frase
de Antonio Machado: “en España de cada diez cabezas, nueve embisten y una
piensa”. Solo embistieron los que nos quieren coartar la libertad de organizar
nuestros festejos. Saquen ustedes mismos conclusiones...
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