Todos contra los controladores aéreos. Su huelga agresiva del puente de la Constitución, que dejó a cientos de miles de pasajeros sin poder volar, les ha granjeado la antipatía de la opinión pública. Se equivocaron de estrategia y se hicieron a sí mismos casi más daño que el que provocaron a los sufridos viajeros.
Ahora bien, el ruido de la propaganda del Gobierno nos está impidiendo analizar sosegadamente qué ha sucedido para que un colectivo como el de los controladores hayan actuado de forma tan salvaje. Y, en su lugar, se ha desplegado una campaña de criminalización contra ellos.
Estos días se ha escuchado a los maestros de la demagogia, esto es, los ministros Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco, y al pupilo de este último, el presidente de AENA, Juan Ignacio Lema, desplegando discursos vergonzosos y publicitando los sueldos de los controladores con el objetivo de provocar la animadversión de la sociedad en contra de estos trabajadores que, independientemente de lo que cobran, tienen también derechos laborales como todo el mundo.
El Gobierno se sacó de la manga el estado de alarma, por primera vez en la democracia. Una medida cuestionada y cuestionable, pero que consiguió su objetivo en un momento excepcional. Ahora bien, ¿es razonable mantenerlo hasta después de Reyes cuando el 85% de los controladores se han comprometido por escrito a cumplir con su trabajo? En mi opinión es un abuso de la autoridad.
Insisto. Los controladores aéreos se pasaron tres pueblos con la huelga salvaje, por supuesto. Pero de ahí a que estos ministros de la demagogia utilicen un asunto privado, como son sus emolumentos, para crispar más los ánimos de la opinión pública e imponer sus criterios laborales, es de república bananera. Indigno, intolerable y vergonzoso. Porque, ya puestos, si lo que quieren es que despleguemos todos demagogia, siguiendo su estilo, ¿por qué no nos dicen estos ministros cuánto cobran y cuánto se ahorran, sueldo aparte, en comidas y viajes, que costeamos entre todos los españoles? Y, ¿cuánto seguirán cobrando -¿verdad que sí, María Teresa?- cuando cesen de sus funciones? Mientras, los españoles, a jubilarnos a los 67 años y a ver cómo destrozan, entre unos incompetentes y otros, el Estado del bienestar.
Si, como le parece a estas tres personas, los sufridos controladores cobran demasiado y máxime en esta época de crisis en la que casi 5 millones de españoles están en el paro, ¿por qué no proponen, haciendo también un ejercicio de esa demagogia que tanto les gusta y practican, una reducción a la mitad de los sueldos de ministros y la eliminación de buena parte de sus cargos de confianza? ¿Por qué les parece ahora tan escandaloso lo que cobran y por qué no abrieron la boca antes? ¿Por qué no les meten mano, ya puestos, a los gerifaltes de la banca española, los mismos a los que el Gobierno les ha regalado el dinero para cuadrar sus cuentas y no para dar créditos a las sufridas familias y pequeñas empresas españolas que están en la ruina porque los bancos hacen y deshacen a su antojo? ¿Por qué no devuelven todo lo que han cobrado en los últimos 30 años los consejeros de las cajas de ahorro a propuesta de los partidos políticos, máximos responsables de la nefasta gestión que las ha llevado a las 'fusiones frías', antes de que se conviertan en sucursales de los bancos depredadores?
Maldita la gracia pasarse media vida estudiando y esforzándose por conseguir un buen trabajo, bien remunerado, para que el Gobierno de turno decida cortes salariales brutales a funcionarios y pensionistas, primero, ahora a controladores y, después, ¿quién pagará los platos rotos causados por los políticos incompetentes? ¿Quieren demagogia? Pues, ¿por qué no predican con el ejemplo?
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