Quico Adán. FOTO EPDA España es ese país tan odiado y querido a la vez. Apasiona. Es visceral, es emotivo, es emocional y emocionante. Su historia es recogida por cientos de historiadores de todo el mundo que, atraídos como el oso es atraído por la miel, acuden a recorrer sus calles, en busca de ese mito, de esa leyenda para transformarla en suceso y poder contarlo, porque España es la nación más antigua de Europa, me atrevería a decir de el mundo. Fue el primer imperio transoceánico y el único donde no se ponía el sol.
No debió ser fácil, desde luego que no y por eso, como le pasa a los grandes, no le faltaron enemigos declarados y sin declarar, como aquellos que con aviesa maldad fabricaron leyendas negras y divisiones inexistentes. Pero, paradójicamente, lo mejor que ha tenido España ha sido el español, aquel catalán, valenciano, gallego, castellano, asturiano… que surcaba los mares en busca de fortuna o que combatía con valentía en Flandes o luchaba a muerte en las Navas de Tolosa, donde los Reyes eran gobernantes y no lo que tenemos ahora.
Y en esas estamos. Zapatero llegó al poder tras una jornada sangrienta y después otra negra: la sangrienta la de los atentados; la negra la de la violación de la jornada de reflexión por quien ahora, justamente, es candidato por el PSOE al gobierno. El mismo que negó el GAL. El mismo que usa SITEL. El mismo.
Lo primero que realizó Zapatero, llevado por el apoyo del pueblo que le pedía cabezas fue entrar y romperlo todo. Nada que recuerde a Aznar. “Que borren su nombre de estatuas y figuras” le faltó decir y lo que no le faltó fue el tiempo para erradicar de un plumazo el Plan Hidrológico Nacional, la ley de calidad de la enseñanza y retirar esos soldados españoles de Irak. Esto último tiene especial mención porque si algo se ha caracterizado al español es que, como soldado, no tiene igual y en este caso se retiraron con vergüenza y con deshonor. Pero claro, había llegado un gobierno nuevo, refrescante, innovador y todas esas antiguallas del honor y de la valentía olían a naftalina, a cuero viejo, a diván enmohecido, a libro de páginas amarillas. Y eso no podía ser.
Así que, Zapatero, se fue a la revista Zero, curioso ¿no?, y ahí dijo que era verde y rojo. Resultó ser que considerarse rojo era moderno, casi tan moderno como la carta que con rodilleras, mandó a Fidel Castro llamándole “Querido y admirado Presidente, mi Comandante” y reconociendo que los “presos políticos no son otra cosa que mercenarios al servicio de una potencia extranjera , traidores a la patria o terroristas”.
Y llevado por ese afán modernista y demócrata se juntó con Evo Morales, con Chávez, con su “querido y admirado Presidente”. Da igual que estés admirando y adulando a un dictador, a un sátrapa y a un populista, eres del PSOE y eres de izquierdas y todo vale, porque, además, eres presidente del gobierno. La gente te quiere, sonríes, transmites buen rollo, todo va bien, pásame una calada, eso, eso, que rule…
Y colocaos perdidos, vamos a crear una magnífica organización de la paz mundial llamada la alianza de civilizaciones, donde musulmanes, cristianos, judíos, budistas, hinduistas, naturistas, ateos, agnósticos, TODOS, íbamos a vivir en paz y armonía. Todos menos con EEUU, que era el demonio.
Por descontado en Europa no daban crédito, pero eso daba igual porque según Zetapé, todo iba bien. Y no hay nada que le guste más a un español que el hecho de que haya alguien que te diga que todo va bien aunque todo vaya realmente mal. Así que empezaron las maniobras políticas. España, es una nación discutida y discutible, como dijo Zapatero, claro que si se trata de la nación española, si se hablamos de la gallega, la catalana, la vasca, la valenciana, la andaluza o la de villa del chorbo, esa es cojonuda, oiga, y tiene todo el derecho a reconocerse como tal. Y salió el pacto del Tinell, aquel que, en un pseudo frente popular eliminaba del escenario político al PP.
En esta orgía de metas conseguidas, donde los monstruos son adorables sílfides y los demócratas son monstruos imperialistas; donde España, el país que gobiernas, es el enemigo a derrotar, aparece ETA.
¡Ay ETA! No estamos negociando, sí, no, vaya un cargamento de explosivos. No pasa nada. “Accidente” de la T4, Otegui hombre de paz y el poder judicial pervertido, manchado, ensuciado, politizado, prostituido, tenía que adaptarse a las situaciones políticas porque, qué narices, ni que fuera un poder independiente, necesaria e imprescindiblemente independiente.
Y con esto llegamos a las segundas elecciones donde no hay crisis. Es mentira. Que va. ¡¡Anti patriotas!! Y aquí estamos ahora.
El escenario no podía ser peor, bueno, sí, pero esperemos que no.
Zapatero llegó con la sonrisa de Monalisa y ahora se va languidecido, encorvado, desgastado por los últimos años de desmonte de castillo de naipes. Ese viejo libro de Suso de Toro donde se cuestionaba la españolización de España, está roído por el devenir de los acontecimientos y ahora, en los últimos pasos de su caminar político, es cuando, despojado de todo aquello que le pudiera ligar a sus creencias, se ha dedicado a realizar todo aquello que aquel joven efebo de la primera legislatura hubiera quemado en la hoguera del odio con esa extraña mezcla de chaqueta de cuero con coderas y olor a Channel. De pronto ni sus amigos son sus amigos, pero, José Luis, los elegiste tú.
Tú elegiste a las ministras incultas, tontas, pedantes, extremistas, ignorantes y a los ministros fantasmas, traicioneros, e igualmente inútiles e ignorantes. Tú y solo tú eres el culpable de tú política, porque cierto es que la crisis es internacional y que no se puede negar el efecto globalizante de todo este fenómeno, pero aquí, en la propia, mientras las colas del paro se iban alargando te dedicabas a aumentar las aportaciones a amigos “cejiles” y sindicatos durmientes, paniaguados adormecidos que sólo renacerán cuando la rubalcaniana voz de su amo se lo pida.
Tú, José Luis Rodríguez Zapatero, ahora en tu lúgubre estancia, cuando las sombras de aquellos que pasearon como amigos se te aparecen como fantasmas traidores para asestarte el golpe de gracia, intentas arrojar la culpa de tus actos sobre los hombros de otros, pero esos otros no han sido más que el reflejo de lo que tú has querido en cada momento.
Y mientras te debates en tu drama personal ocasionado únicamente por tu tremenda incompetencia, tu mal obrar y tu suma ignorancia que has reflejado en aquellos ministros por ti nombrados, España, esa que tanto odias, que tanto has intentado desvertebrar, vive en una crisis económica, moral y espiritual que sólo tú has provocado.
Por eso sólo nos queda la esperanza de que el nuevo gobierno del PP, nos saque de esto. Sobre Rajoy ya escribí, no lo volveré a hacer aquí otra vez. Creo que será un gran gestor, pero los españoles necesitamos de algo más de un gestor, necesitamos de un capitán que nos haga volver a sentir ese orgullo que explotó cuando la selección ganó el mundial de África. Lo necesitamos, porque somos viscerales, somos emocionales. Y en eso Rajoy tiene una dura batalla como la tendrá a la hora de transformarse en algo más que un gestor, en un Gobernante y para eso ha de hacer reformas de profundidad y el español, nosotros, vaya, prepararnos para realizar el esfuerzo de remontar, porque a fin de cuentas eso es lo que ha hecho el español durante toda la historia.
A ti, Zapatero, serás un hombre afable, austero, simpático en las cortas distancias como reconocía Carlos Herrera, pero a final de tu trayecto, donde has dejado un país en quiebra, totalmente divivido, has de rendir cuentas de lo que has hecho en tu vida y si se trata de un gobernante, como es tu caso, más todavía. Ese juicio lo hará el tiempo y por lo tanto la historia. No te preocupes, en el banquillo de ese tribunal, hay muchos otros que ya han sido juzgados por las mismas faltas
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