Pere Valenciano. FOTO EPDA El Partido Popular valenciano atraviesa el momento más complicado desde que Rita Barberá se estrenó ganando la alcaldía de Valencia 'in extremis' en 1991, con un concejal más que Unio Valenciana, lo que le permitió ser la alcaldesa con Vicente González Lizondo como número dos del gobierno local. Después llegó en 1995 el otro gran hito del PP, conseguir la Generalitat Valenciana gracias al 'pacto del pollo' con UV entre Eduardo Zaplana y el fallecido Lizondo. A partir de ahí, el partido no ha dejado de crecer hasta gobernar en las principales ciudades valencianas, casi dos tercios de los municipios y las tres diputaciones. Sin embargo, los casos de corrupción que salpican a varios dirigentes de la Comunitat Valenciana o el caso Bárcenas, algunas medidas tomadas por Rajoy, las dificultades económicas que atraviesa la Generalitat Valenciana y las divisiones internas que afloran en algunos municipios, han disparado las alarmas en la calle Turia, sede autonómica del PP. Por primera vez, se ve peligrar la mayoría absoluta en la Generalitat Valenciana y la pérdida de muchas alcaldías.
El PP valenciano atraviesa su peor momento en los últimos 25 años. El desgaste del gobierno, unido a los casos de corrupción y la crisis económica, están pasando factura a los populares, que ven cómo las encuestas son poco halagüeñas, con la pérdida de la mayoría absoluta en les Corts Valencianes y el batacazo en muchas localidades, donde se prevé un crecimiento de EU y Compromís y la irrupción de UPyD.
Otro factor muy importante es la guerra entre Serafín Castellano, número dos del PP regional, y el presidente de la provincia de Valencia, Alfonso Rus, que se ha trasladado a numerosas comarcas y muchos municipios, con victoria aplastante para el segundo, una circunstancia que no ayuda a apuntalar el débil liderazgo de Alberto Fabra, lastrado por la ruina heredada y los casos de corrupción que salpican a algunos diputados y que ha supuesto la expulsión de Rafael Blasco, un experto estratega que, una vez fuera del PP, le puede hacer mucho daño al partido.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el PP tiene en sus filas alcaldes que han gobernado a base de 'ordeno y mando', despreciando incluso a sus más fieles colaboradores, que han quedado muy debilitados por una creciente contestación interna. Algunos seguirán como candidatos y podrían ser castigados por sus propios votantes, hastiados de una forma de gobernar que no se corresponde con estos tiempos, y otros han sufrido derrotas amargas por una nueva generación que pide paso en la necesaria regeneración que precisa el Partido Popular en muchos municipios.
Aunque el futuro pinta negro, el PP tiene por delante dos años, tiempo que en política solía ser una eternidad, pero en estas circunstancias parece muy poco para conseguir mejorar la situación económica y que Fabra ponga cierto orden en el caos de la Generalitat y en el gallinero popular. En cualquier caso, todavía hay tiempo. Pero, ¿dónde están los estrategas del partido?
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