El psicólogo Enric Valls durante la entrevista en su gabinete de Valencia. / EPDALa pandemia se ha recrudecido. En estos días, muchos serán los ciudadanos cuyas mentes viajan a marzo del año pasado. Primeros momentos de una emergencia sanitaria que está teniendo consecuencias a muchos niveles. Uno de ellos es el psicológico. Tras salir de esos primeros meses de confinamiento, El Periódico de Aquí entrevistó al psicólogo especialista en salud y educación, Enric Valls Roselló, para tratar de saber cómo podía haber afectado esta situación a la salud mental. Ahora estamos viviendo una nueva ola de contagios -la tercera- que ha obligado a tomar toda otra serie de restricciones para tratar de doblegar una curva que, de momento, se resiste.
¿Si tuviera que hacer un diagnóstico general de la salud mental de nuestra sociedad en este momento diría que es peor que en los primeros meses de pandemia?
El diagnóstico sería pronóstico reservado. La incertidumbre, el no saber cuándo va a ser el final, el miedo al contagio, las restricciones en el contacto social, la pérdida de trabajo y el tener que posponer los objetivos personales de cada persona de forma continuada en el tiempo genera mucha angustia y por lo tanto sentimientos de frustración y malestar emocional.
Enfrentarnos a diario al temor de contraer la Covid-19, a la preocupación por las personas próximas más vulnerables y vivir en una continua incertidumbre durante tantos meses, ¿nos está llevando al límite a nivel emocional?
Rotundamente, sí. Y de hecho añadiría que la cuarta ola será la salud mental. Vivir con el coronavirus directa o indirectamente ha dejado huella en muchas personas, produciéndose en un periodo largo de tiempo muchas situaciones estresantes creando en la persona sentimientos de tristeza, ansiedad i en muchos casos estrés postraumático.
¿Hablamos de fatiga emocional en los supuestos menos graves?
Hablamos de fatiga pandémica en un 70 % por ciento de la población mundial, entendiendo como tal a la sensación de apatía, agobio, desmotivación y hastío consecuencia de “el impacto que están causando en nosotros todos estos meses de confinamiento y medidas restrictivas”, y es según me comentaba el otro día una paciente como si fuera “una tuerca que se aprieta cada vez más” y que una se queda sin aire para respirar.
¿Qué podemos hacer para combatirla?
Evitar la sobreinformación, comer de forma saludable, evitar el alcohol y el tabaco; dormir no menos de 7 horas y hacerlo sin estar pendientes de las pantallas del móvil, la tableta o la televisión en la cama. Leer un libro o escuchar música antes de dormir nos ayudará a tener mayor calidad del sueño y, en consecuencia, a reducir el nivel de estrés y cansancio. Hacer deporte o caminar unos 30 minutos al día porque “desconectas, liberas dopamina”, que mejora el humor y la motivación; cuidar el diálogo interno y hablarse a uno mismo con amor y respeto, y convencerse de que “esto es temporal”, que uno puede contribuir a salir de esta situación siguiendo las indicaciones y hablar con la familia y los amigos sobre los sentimientos y las emociones que uno siente.
¿Es posible sacar algo positivo en esta coyuntura que nos ayude a seguir adelante?
Es complicado, pero terapéuticamente hablando debe ser necesario por nuestra salud mental. Pese al malestar que está generando toda esta situación, las últimas investigaciones sobre esto indican que a muchas personas les ha servido para relativizar, es decir, lo que antes consideraban problemas graves ahora lo ven como minucias, por ejemplo, una discusión con un amigo, el distanciamiento familiar por desacuerdos económicos, etc.
Tengo que añadir que en esas investigaciones indicaban que más del 82 % de personas encuestadas afirmaban que había muchas cosas que valoraba más y que les hacía ser mejor persona.
El 31 por ciento relataba que sus relaciones personales habían mejorado y otro gran porcentaje expresaba que el consumo de alcohol y tabaco era prescindible, afirmaban que consumían menos alcohol que antes de la pandemia y un 14,5 % declaraba haber fumado menos.
Sanitarios, familiares de enfermos o fallecidos, o personas que han perdido su empleo o sus ingresos, ¿son los que más ayuda pueden necesitar?
Por supuesto. El estar en primera línea y el haber sido víctima directa o indirectamente de este coronavirus deben de tener la necesidad de apoyo emocional para que les ayude en la elaboración de muchas situaciones que nadie les ha enseñado a cómo gestionar. Por ejemplo, el duelo por una pérdida de un familiar y/o amigos, la repercusión directa de la infección, el trabajo diario y constante sin descanso de nuestros sanitarios, el síndrome del “burn out” y un largo etc.
¿Han aumentado los casos de ansiedad y depresión en este año de pandemia?
Indudablemente. Hemos visto en aumento los casos con síntomas depresivos, de ansiedad y estrés postraumático. 1 de cada 3 personas tienen síntomas relacionados con la ansiedad generalizada debido a la alta exposición de información sobre la pandemia, al periodo prolongado de confinamiento y a no poder despedirse del familiar al fallecer.
¿Qué señales nos pueden llevar a preocuparnos por nuestra salud mental?
Si vemos que esto no tiene salida, hemos perdido el interés en nuestro día a día, lloros repentinos, agotamiento físico y emocional, tristeza, nos cuesta dormir o padecemos insomnio, rabia, y opresión en el pecho de forma constante sería interesante que acudiera a un profesional a pedir ayuda.
¿Es más importante que nunca expresar nuestras emociones?
Sí. Es fundamental. Lo que la boca calla, el cuerpo habla. Cuando no expresamos, callamos y no decimos, es cuando el cuerpo se somete y ese sometimiento nos genera malestar, esto se traduce en encapsulamiento y por lo tanto nos estresamos. El estrés constante, disminuye nuestro sistema inmunológico y por consecuencia estamos más vulnerables a las enfermedades. El estrés continuo es la plataforma de las patologías orgánicas.
¿Cómo podemos apoyar a nuestros mayores? ¿Debemos estar más pendientes de ellos de lo habitual?
Escuchándoles, llamándoles, teniendo visitas presenciales dentro de las limitaciones, no perder el contacto con ellos y que estos sepan que estamos ahí pensando en ellos en todo momento. Una escucha activa es mejor que no hacer nada.
¿Qué secuelas mentales puede dejar esta pandemia?
Un miedo irracional a salir y a retomar el contacto social, problemas de ansiedad, depresión por el anhelo de la vida anterior y por pérdida de empleo, situaciones de estrés postraumático, revolución y tención social y/o política.
¿Habría que adoptar medidas para minimizar estos problemas en el futuro?
Sí. Invertir en salud mental, en profesionales para que puedan ayudar a los sanitarios que trabajan en primera línea, a los afectados y familias. Y además contar noticias positivas en los medios de comunicación para que las personas no pierdan la esperanza.
¿La esperanza en la vacuna puede ser la tabla de salvación en unas semanas con record de contagios en la Comunitat Valenciana?
Esperemos que sí. La esperanza es lo último que tenemos que perder. Ojalá pase todo esto pronto y termine lo que muchos consideran una pesadilla interminable.
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