- Eduardo, he entrado en la Dirección del Partido Socialista de Paterna.
- Ah, muy bien ¿Y cuánto vas a cobrar?
- Nada, los de la Ejecutiva no cobramos. Es más, pagamos igual que el resto de militantes.
- Sí, sí, claro. Pero seguro que sacáis algo.
Esta es una conversación real que, perfectamente, se podría hacer extensiva a cualquier pueblo o ciudad, partido político o institución pública.
En la realidad política actual, el descrédito de los partidos es tan evidente como irreparable en algunos casos. Además, y no lo digo yo, nuestra clase política es un reflejo de la sociedad española, por lo que deberíamos hacérnoslo mirar muy en serio.
Aunque en esto de la política llevo casi la mitad de mi vida, como concejal en el Ayuntamiento de Paterna tan sólo llevo un año. No obstante, durante estos meses en los que estoy ejerciendo la política en primera línea, me he dado cuenta que gran parte de ese desprestigio nos lo hemos ganado a pulso.
El problema: que los errores imperdonables de unos pocos los acabamos pagando todos, dirigentes y ciudadanos. Y digo esto porque hemos llegado a un punto en el que hablar de política nos lleva inevitablemente a hablar de corrupción, de privilegios, de engaños, de fraudes… y eso acrecienta todavía más el desafecto de la población.
Sin embargo, la realidad es muy distinta en muchos casos. Hablar de la clase política debería conducir a hablar de propuestas, de soluciones, de alternativas y de progreso. Porque somos los políticos los que, como ciudadanos, dirigimos la trayectoria de un pueblo, de una ciudad, de todo un país. Porque estamos en política por responsabilidad, por ganas de cambiar las cosas, por convicción, para ayudar.
Descrédito
La novena definición de "Política" de la R.A.E. dice de ella que es "La actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo". Tras leer esta definición, a nadie le debe caber la menor duda que la política es la mejor forma de llevar las riendas de un estado, de una autonomía o de un ayuntamiento puesto que, somos los ciudadanos, los verdaderos responsables de su gestión, o al menos, deberíamos serlo.
El descrédito de la clase política llega cuando los ciudadanos pasan a un segundo plano y los "profesionales" de la política se creen que son la voz del ciudadano, pero sin contar con ellos. Ahí es cuando saltan las alarmas.
El descrédito llega cuando la gestión de los "profesionales" de la política se resume en un "no podemos hacer otra cosa", o como dijo el alcalde de Paterna en el último pleno extraordinario del mes de julio, "nuestra mala gestión es como la del resto de ayuntamientos".
Pero no nos equivoquemos. Los errores de unos nunca deben servir para justificar los nuestros. No soy quién para dar consejos, pero creo sinceramente que la política necesita reiniciarse y regenerarse, y con ella, los políticos. No podemos ofrecerles a los ciudadanos frases y hechos sin contenido, sin ilusión, sin soluciones, sin iniciativas y, mucho menos, ofrecerles resignación y respuestas vacías que sólo nos incitan a pensar en el refranero español: "Mal de muchos consuelo de tontos".
Ante esta situación, mi propuesta para salir de este luto es una nueva generación de políticos que cambien la "profesionalidad" por la "ilusión y el ingenio". Es la única forma de redimir el desengaño y la desconfianza que hemos causado a la sociedad. Es la mejor manera de que la ciudadanía se vuelva a sentir representada.
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