Toni Gaspar.Valga la
adaptación de la histórica frase espetada por el candidato Bill
Clinton al recientemente desaparecido presidente Bush. “La
economía, estúpido”, como fórmula resolutiva de los males
americanos del momento.
A los que
dedicamos parte de nuestro tiempo a gestionar las instituciones, esta
afrenta ya no nos vale. Ya no es solo la economía, ya no existe un
problema que resolver, ya no se aplican viejas soluciones para los
nuevos retos. Ahora es la política. La buena política. La que sabe
captar los tiempos de las sociedades que gestiona, aplica remedios
necesarios y proyecta seguridades para el futuro. Ni más ni menos.
Política con alma, sensible, que gestiona sin eludir los problemas,
que escucha, que prioriza, que no se une al ruido, que dialoga.
Política productiva, eficaz, sin maquillaje. Es la política.
No hemos
vivido momento como este en la historia contemporánea. Nadie puede
pronosticar lo que está por venir, y eso jamás había ocurrido con
esta intensidad. Tiempos de incertidumbres como nunca hemos tenido
que requieren certezas desde la política como pocas veces se han
ofrecido. Nos seguirá sorprendiendo que un botarate llegue a ser
presidente del país más poderoso del mundo, que un país abandone
la Unión Europea o que la ultraderecha llegue a las instituciones
españolas, pero esto son continuas alertas para que vayamos quemando
viejos manuales que daban clarividencia a lo que asomaba por la
esquina.
Interpretar
los silencios de la sociedad y arrojar luz en este enjambre
informativo que desorienta es hoy la importantísima labor de los
medios de comunicación. Mi elogio y mejores deseos para quien
apuesta por llegar donde no llegan el resto. Una sociedad informada,
una comarca informada, un pueblo informado es más difícil de
adormecer con píldoras populistas de soflamas de mala política.
No queda
otra. Medios fuertes y responsables que ayudan con su crítica y buen
hacer a la política que necesitan estos tiempos de niebla en el
camino. Porque es la política la que debe despejar la senda,
defendiendo las instituciones y las leyes que las amparan. Es la
política la que debe ganarse credibilidad y confianza para no
lamentar aquella máxima de que cuando los que mandan pierden la
vergüenza, los que obedecen pierden el respeto. Estamos a tiempo.
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