Susana GisbertSoy
escritora. Confieso que me costó tiempo y mentalización llegar a
afirmarlo sin reservas, porque no sé por qué decirlo parece
pretencioso. Es cierto que no hay un título que te reconozca como
escritora, como lo hay para ser abogada, ingeniera de minas o física
nuclear. Y tampoco se logra en una oposición como las de bombero,
policía, jueza o fiscal. Solo se puede ser escritora haciendo lo
obvio: escribiendo. Y, en mi caso, con la octava criatura a punto de
ver la luz, creo que ya me lo he ganado. No sé si por calidad, pero
sí por cantidad, que a perseverante nadie me gana.
Una
de las mejores cosas de ser escritora es ir a la feria del libro. A
presentar libros, a firmar, o, simplemente a pasear y ver a amistades
y colegas haciendo otro tanto. Una experiencia que, además, tiene su
puntito de lección de humildad. No más se ha sentado una en la
banqueta firmadora, se percata que eso de las colas que imaginaba
eran eso, imaginación, y que cada libro vendido cuesta un mundo.
Aunque solo por cada persona que dice haber leído y disfrutado el
libro de una, vale la pena.
Este
año la feria del libro es en otoño, en lugar de en primavera, como
era antes de que la pandemia lo cambiara todo. Como nos pasó con las
Fallas, no nos resignamos a perder la segunda entrega por culpa del
virus y, aunque cambiada de fecha, aquí está. Y, salga como salga,
nos recuerda que la recuperación de nuestras vidas es un hecho.
La
casualidad ha querido que este año el día de las escritoras se
celebre en plena feria de Valencia. Ese día que conmemoramos a Santa
Teresa, una mujer que nunca se valorará en su brutal grandeza, y no
solo hablo desde mis quince años de colegio en las teresianas.
Otra
casualidad -o no- ha querido que precisamente en este día se desvele
que bajo el nombre de una escritora de éxito que, además, ha ganado
el Planeta, se esconden tres hombres.
Confieso
que mi primera reacción fue de rabia. Un espacio menos para las
mujeres después de esa salida del armario. Pero luego lo pensé
mejor y no es una mala noticia. De hecho, que tres hombres decidan
esconderse en un seudónimo femenino revela que hoy, por suerte, a
las mujeres se nos valora de un modo impensable en otra época.
Porque antes éramos nosotras las que habíamos de fingir ser hombres
para aspirar a algo.
Si
a eso sumamos lo del trabajo en equipo, más mérito. Pero eso da
para otro artículo. Sin duda
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