La
pasada semana sufríamos un apagón histórico, uno de esos momentos que parece
que estamos coleccionando para contar a las siguientes generaciones. De pronto,
y son previo aviso, el suministro eléctrico se cortaba totalmente, y a él se
sumaba el teléfono y los sistemas de mensajería, dejándonos sumidos en la más
absoluta desconexión y correlativa estupefacción.
¿Cómo era
posible que algo así pasara en pleno 2025?, nos preguntábamos y nos seguimos
preguntando. Pues ni lo sabemos ni lo sabremos en breve, una vez descartada
casi totalmente la llamativa tesis de un ciberataque.
Pero, si hay algo en la que todo el mundo parece
estar de acuerdo, es en el buen comportamiento y el civismo que tuvo la
población en general, algo que pude comprobar personalmente. La ausencia de control
del tráfico por semáforos era suplida por la amabilidad y el buen
comportamiento de peatones y conductores que se alternaban para cederse el paso
de una manera ejemplar. Tampoco nos encontramos situaciones de pánico, desabastecimiento
de cosas como papel higiénico o levadura como sucedía en la pandemia, ni luchas
cuerpo a cuerpo por acceder a un transistor o una linterna, si es que quedaban
en las tiendas. Nada de eso. Y aun hay más. La gente deambulaba por las calles
con una sonrisa, esperaba con paciencia sentada en una terraza o en su casa y,
lo que todavía es mejor, aprovechaba para leer con la luz solar e incluso con
la luz de una vela o un camping gas.
Por unas horas, se cerró el acceso a Internet y con
él a todas las redes sociales y ahí puede estar, a juicio de una buena amiga,
la clave de nuestro buen comportamiento y nuestro civismo. Invitaba mi amiga a
reflexionar sobre si, en ausencia de X -antiguo Twitter, aunque muchos sigamos
llamándolo así- y del frentismo, agresividad y odio que destila, conseguimos
relajar nuestras actitudes hasta convertirnos, casi, en ciudadanos y ciudadanas
ejemplares. Y la verdad es que no es ninguna tontería, al contrario. Tiene
mucho sentido pensar que, si no hay quien espolea la polarización y el insulto
a cualquier precio, las cosas pueden ir mucho mejor,
El problema es que solo se trataba de un espejismo.
La luz volvió, y con ella Internet y las redes sociales, y el comportamiento
ejemplar se desvaneció. No habían pasado ni unos minutos para que los usuarios
aprovecharan las recién rescatadas redes para lanzarse las culpas a la cara, inventar
teorías y retomar la carrera a ver quién es más zafio y grosero.
Esa una pena, pero no aprendemos. Pase lo que pase.
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