Rafael Escrig.
Ocurre
algo muy curioso cuando hablamos con alguien de la mala educación
de nuestra sociedad, de los comportamientos incívicos, de tanta
vulgaridad y prepotencia. Y es curioso porque resulta que todos
estamos de acuerdo. En cualquier otro asunto es lógico que la gente
discuta, que existan discrepancias. Se dice eso de: “Para gustos,
colores”. Sin embargo, en el caso de hablar del incivismo de
nuestra sociedad, hables con quien hables, estará de acuerdo en que
es nefasta. Entonces, ¿dónde están los infractores de la educación
y del buen gusto? Claro, ¿nadie es capaz de reconocerse en una
mala acción? A quien preguntemos estará de acuerdo con nosotros,
aunque sea un perfecto cafre sin pulir.
-Yo
pienso igual que usted- me dice el camarero después de escuchar mi
perorata. –Yo le entiendo y estoy de acuerdo en todo- me dice el
vecino de mesa, con un gesto de asentimiento. –Sí, sí. Tienes
razón. Yo pienso igual-me dice el amigo de un amigo. Todo el mundo
está conforme con que a esta sociedad nuestra le falta mucho para
tener urbanidad y ser amables, lo vemos a cada paso: malos modos,
suciedad, indolencia y mala educación a raudales. Y sin
embargo, ahí está la contradicción: todos podrán el ejemplo de
que en Singapur no se ve un papel por las calles, que los países
nórdicos son un ejemplo de civismo y adelanto social, que
cualquier país de nuestro entorno es más limpio y educado que
nosotros y así sucesivamente. Entonces, si todos estamos de
acuerdo en que la gente lo hace mal y que es maleducada ¿dónde nos
colocamos nosotros? ¿No será que estamos también entre
los que lo hacen mal, sólo que no nos damos cuenta y no queremos
reconocer que somos también gente?
Juzgar
a los demás es fácil pero, aunque no nos guste, la gente somos
todos y el más pintado seguro que ha hecho algo mal desde que salió
de casa esta mañana: habrá escupido al suelo, o se habrá hurgado
la nariz, o habrá tirado al suelo el tiquet de la compra, o habrá
escupido el chicle, o habrá tirado un bote al contenedor de
orgánicos, o no se habrá lavado las manos después de orinar, o se
habrá mosqueado al volante, o habrá dejado caer al suelo un
papelito de publicidad cogido en el limpiaparabrisas de su
coche. Todos hacemos cosas mal, pero todos nos ponemos del lado de
los buenos cuando toca criticar. -¡Qué mal educada está la gente
en España!- decimos todos. Pero seamos sinceros, ¿no somos todos,
esa gente?
Comparte la noticia
Categorías de la noticia