María Quiles. EPDA. El pasado domingo se cumplió un año desde que se aprobaba el Estado de Alarma. Creo que la mayoría no sabíamos muy bien qué significaba ni qué implicaba. Pero lo aprendimos… y pronto.
Y lo que empezó como una especie de divertido juego que nadie tomaba demasiado en serio, y que pensábamos, pues eso nos hicieron creer, que acabaría en unos días, se convirtió en una pesadilla que ya dura un año. Un tsunami que se ha llevado por delante miles de vidas y empleos, que ha dejado secuelas psíquicas, económicas y, sobre todo, vitales.
Miles de vidas perdidas, miles de momentos que no volverán. Por eso, no sé si a ustedes les pasará, pero nos invade esa sensación de tristeza que ya veo, incluso, en los que tienen la suerte de no haber perdido a nadie y de conservar sus empleos.
La gente ya no sonríe, no se toca, apenas nos miramos. Hemos aceptado no salir, hemos sido obedientes en cuanto a horarios, cambios de costumbres, hemos dejado de socializar, de juntarnos con amigos, de visitar a nuestros padres. Ya no hay reuniones familiares, ya no hay puntos de encuentros ni de risas.
Mi hija nunca celebrará su 18 cumpleaños, ni su graduación, y no se queja, al contrario, a veces estos jóvenes han sabido darnos lecciones de vida. Yo para consolarla le decía: al mes próximo quizás podamos…y ella me miraba y me decía: mamá, ¿aún no has entendido que esto va de que ya no podemos hacer planes?
Efectivamente, ya no podemos hacer planes. Ya nadie habla de sus vacaciones o de quién ganará la Liga. No hablamos de qué vamos a hacer en Semana Santa y mucho menos en verano. No sabemos si nuestros hijos continuarán con las clases presenciales, si nuestros padres estarán pronto vacunados, y si nosotros seguiremos manteniendo el trabajo.
No sabemos si podremos salir, hasta qué hora, si será igual aquí o en la provincia de al lado será diferente. Si podremos ir a hacer deporte, o salir al parque, si nos podemos juntar cuatro en el exterior, pero no más de tres dentro.
Hasta es difícil saber quién nos gobernará, cómo y cuánto aguantará y, ¿saben lo que es peor?, que creo que a todos nos empieza a dar un poco igual. Y no debería, porque hay mucho en juego, y sospecho, que los que nos gobiernan hace mucho que también dejaron de tener un plan.
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