Susana Gisbert. /EPDAQuien nos ha visto y quien nos ve. Si ayer el festival de Eurovisión era algo trasnochado y solo para frikis, ahora todo el mundo es eurofan. Y aún más curioso, si hace nada criticábamos a muerte al jurado del Benidorm fest por escoger un canción supuestamente machista frente a otras con reivindicaciones feministas, hoy son la repera por hacer acertado tanto en su decisión que somos los casi-ganadores. Porque con este fervor eurovisivo que nos envuelve, todo el mundo tiene claro que sin guerra de Ucrania la victoria seria nuestra. Y ojo, no la victoria moral, que esa es la suya. La nuestra es la victoria real, aunque no tengámonos micrófono de cristal, ni falta que nos hace.
No hay más que echar la vista a atrás, aunque no mucho, para recordar la que se lió eligiendo a Chanel en lugar de a Rigoberta o a las Tanxugueiras. Todo el mundo se llevaba entonces las manos a la cabeza por la canción machista en spanglish y apenas nadie destacó la enorme profesionalidad de una chica que baila como los ángeles al tiempo que canta con buena voz, afinada y sin perder el resuello. Algo que, por cierto, no conseguía ni la idolatrada Rafaella Carrá, que siempre reconoció que cantaba en play-back porque con sus coreografías era imposible. Y tenía razón.
No voy a defender a Chanel, aunque admire sus dotes de bailarina y su profesionalidad. Tampoco voy a criticarla, aunque la letra de la canción no me guste ni un pelo. Pero no se puede ser más papista que el Papa. Y aquí siempre lo somos.
Me comentaba una amiga, en una reflexión muy acertada, que le llama la atención que la teta gigante de la puesta en escena de Rigoberta se tome como una reivindicación feminista y el meneo de culo de Chanel se considere un dechado de machismo. Me hizo pensar, la verdad. Y todavía sigo dándole vueltas.
Unos días antes del Eurofestival, salían a la luz las declaraciones de una de los miembros del jurado del Benidorm fest, en las que decía que había recibido amenazas por su decisión. Me pregunto si quienes, en su delirio, perturbaron su tranquilidad serán capaces de pedir disculpas o se habrán sumado a la oleada de de seguidores de Chanel como si tal cosa.
Lo cierto es que no recuerdo una fiebre eurovisiva así desde los tiempos en que Betty Missiego y su pandilla de niños casi hacen que nos dé un infarto. Algo que, por más que quisieron, no lograron los triunfitos.
Que sea en buena hora.
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