Susana Gisbert/EPDAEstamos en agosto. Un agosto igual que
todos por lo que al calor afecta, pero distinto a otros en cuanto al resto. Un
segundo –y espero que último- agosto marcado por el coronavirus y sus
necesarias restricciones, entre el dolor y el cansancio por lo pasado y la
esperanza por lo que está por venir.
Y entre una y otra aparecen en las
calles de Valencia unas viejas amigas que echábamos de menos, las vallas. Vallas
que delimitar lugares, que cierran calles, que limitan el tráfico. Las vallas
que preparan las fallas. Unas fallas tan atípicas como el tiempo en que se
celebrarán. Septiembre.
Sobre ellas, el alcalde de Valencia
ha dicho, en una frase que se ha vuelto
viral, que no son fallas, sino actos falleros. Una frase que merece algún
comentario.
La frase de marras se ha querido
interpretar de distintas maneras, según de donde vengan las críticas. Para los
detractores, una burrada. Para sus adeptos, un gran acierto. Nada nuevo bajo el
sol.
Yo, sin embargo, no me pronunciaré, aunque
sí quisiera aportar mi granito de arena al modo de ver estas fallas que, al
parecer, no son fallas sino actos falleros.
Estas fallas no son fallas porque no
son tal como las concebimos. Resulta extraño que las fiestas en conmemoración
de San José se realicen seis meses después de la festividad del santo
carpintero. Y tampoco vale la versión laica, porque mal se celebra el solsticio
de primavera a días de empezar el otoño. Si a eso unimos que los festejos no
serán ni sombra de lo que fueron, está claro. Estas fallas no son Fallas.
Pero, para falleras y falleros, hay
un matiz especial. Estas fallas no son fallas, porque fallas son todo el año.
Hay fallas cada vez que nos reunimos, en cada evento, en cada partida de truc o
dominó, cuando se ensayan bailes regionales o se montan belenes. Hay fallas en
las obras de teatro, y en la declamación y los plays backs. Hay fallas mucho
más allá de la Ofrenda y la recogida de premios y la mascletá, que son actos
falleros pero no los únicos.
Hay fallas todo el año. Y actos
falleros, también, aunque llevemos más de 500 días de sequía. Por eso hay que
tomárselo con calma, no nos pase como a esas personas hambrientas que, de
repente, se dan tal atracón que acaba sentándoles mal.
Tomémoslo como un pequeño
ensayo de lo que vendrá, del momento en que recuperemos nuestras vidas y
nuestras fiestas. Hasta entonces, actos falleros, sí, pero con mesura. Tiempo
habrá de resarcirse.
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