Verónica Alarcón. /EPDA—¿Qué opina usted del proyecto de ley de igualdad jurídica entre el hombre y la mujer? —preguntó la periodista a una pareja de viandantes que debían de rondar, ella los cincuenta, él más mayor o más castigado, tal vez.
—Hombre, pues que no me gusta, el hombre no es lo mismo que la mujer —espetó trabándose la lengua el señor.
—¿Y usted? —dijo acercando el micro a la señora que escuchaba sonriente.
—Pues yo lo mismo. Que la mujer debe tener sus cosas y el hombre, las suyas. Pero no igualdad, siempre la mujer ha sido otra cosa. Parece que pisan el terreno a los hombres.
—¿Y a usted no le molesta tener que pedir una licencia marital a su marido para abrir una cuenta o viajar?
—Pues no, porque yo creo que se debe de respetar al hombre en todo. Para eso se ha casado uno para respetarle. Él siempre ha sido el cabeza de familia y eso tiene que seguir siendo así.
Hoy visionamos esta entrevista de RTVE a pie de calle en el 74 con cierto asombro: afortunadamente el porcentaje de la sociedad que se identifica con estas palabras es bastante reducido.
Sin embargo, a las puertas de celebrar el día internacional de la mujer, no existe un sentimiento común de reconocimiento al desarrollo de las féminas en pie de igualdad con los hombres. Ni siquiera dentro del colectivo de las propias mujeres. ¿Nos habremos pasado de rosca? Puede que este discurso ya no sea coherente en el contexto social en el que nos encontramos. O puede que para equiparar los derechos de ambos sexos sea prescindible compensar con privilegios a uno de ellos. Hay que ver cómo las prisas, los extremos y un uso perverso del lenguaje pueden restar credibilidad a una buena intención. Y esto debería tenerlo presente el vivaz Ministerio ¿Ministeria? ¿Ministerie? de Igualdad.
Me duelen las risas que provocan los marcos legales engendrados desde el respeto a la diversidad y la libertad. Y duele perque es le que todes queremes, ¿e ne? Felez dée de le mejer.
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