Juan Benito Rodríguez ManzanaresCuando llega el final de
diciembre, una de las frases más repetidas es… «¡Feliz Navidad!» Superando con
creces a «¡Feliz Nochebuena! ¡Feliz Nochevieja!» Y, a cualquier alusión que se
pueda hacer con respecto a los Reyes Magos de Oriente, tradición valenciana y
española con la que los niños, y los adultos, recibimos unos regalos, o a Santa
Claus, o a Papá Noel, la importada creación de Coca-Cola, pues, aunque puedan
parecer lo mismo, no lo son, pues el Papá Noel que conocemos, sobre todo por
películas norteamericanas, nació en 1931 de la mano del dibujante Haddon
Sundblom (1899-1976), como encargo de Coca-Cola, para que encarnara el espíritu
navideño.
Pero la Navidad, no significa lo
mismo para todas las personas según sus creencias y convicciones, y el origen
de esta celebración, es un tanto controvertido.
Para algunas personas, la Navidad
son tan sólo unos días más del año, en los que los grandes almacenes, y otras
diversas tiendas, hacen su particular «agosto», vendiendo trocitos de felicidad
que se materializan en el interior de unas cajitas, que pagamos a precio de
oro.
Para otros es simplemente un
tiempo de vacaciones y de una bienvenida paga extra con la que financiar esas
vacaciones, o esos regalos citados, que cada año más costosos, con los que nos
gusta obsequiar a nuestros seres queridos.
En el ámbito religioso, para las
religiones diferentes a la cristiana no tiene ningún sentido, pues lo que se
celebra en Navidad es el nacimiento del niño Jesús, un niño judío que estaba
llamado a ser el creador y fundador de la religión cristiana, así tan sólo para
los cristianos tiene esta celebración un sentido transcendental.
Las otras dos religiones
mayoritarias, tienen sus propias celebraciones. Los judíos celebran el Hanukah,
también en diciembre, y los musulmanes el Eid al Adha, en noviembre.
Ahora bien, en la época que nos
ha tocado vivir, una época que más que la «era de la información», como alguien
la ha bautizado, yo diría que es la época de la «era de la sobresaturación de
información», tenemos que, en algunas ocasiones manejamos mucha más información
de la que necesitaríamos para poder vivir.
De esta manera, podemos encontrar
que la historia evangélica del paráclito en forma de paloma que fecundó a la
Virgen María, es muy cuestionada en los últimos tiempos. Aunque en este punto
cabría apuntar que la religión, cualquier religión, es pura fe, y no hay que
mirarla con ojos científicos, sino con los ojos del alma, y por supuesto, con
los ojos de la fe.
Aun así, quisiera apuntar que la beatífica
imagen de la Virgen María en cualquier de sus advocaciones, con el niño Jesús
en brazos, tiene varias historias previas que podrían ser la base de esta bella
imagen materno-filial. Y, una de ellas es la que narra la historia de Semírames,
una mujer que vivió en Babilonia unos tres mil años antes de Cristo, y de su
hijo adoptado al cual llamó Nimrod, que era descendiente de Adán, y fue uno
de los primeros hombres poderosos de la tierra.
Pero ya que he utilizado la
expresión «antes de Cristo», también hay una teoría, que popularizó el teólogo
británico James Douglas Grant Dunn (1939), en su libro Jesús recordado, el
cristianismo en sus comienzos, basándose en los textos bíblicos de San Mateo
y de San Lucas, y que aboga por que Cristo no nació en el año uno, sino el año 5
a.C. Y en esto coinciden la mayoría de teólogos e investigadores de la Biblia.
Para rizar más el rizo, también
hay una corriente muy marcada que coincide en que Jesús no nació el día 25 de
diciembre sino en verano, pues en Belén, en Palestina, los inviernos son muy
crudos, y no podría haber parido María en un establo y envolver al niño entre
pajas, pues el frío hubiera hecho presa en él.
De hecho, en la Biblia no se apunta
ningún día ni ninguna estación del año para el nacimiento de Jesús, pero esto
no es de extrañar pues los primeros cristianos, e incluso los primeros judíos,
no celebraban la fecha en que se había nacido.
Cabe comentar que, como se puede
leer en la versión inglesa del Diccionario de la Biblia (1996), la
iglesia tomo el día del 25 de diciembre como nacimiento de Jesús, porque según
el calendario romano, era el día del solsticio de invierno, en el que
confluyen el día más corto y la noche más larga del año. Y, además, mientras
estuvo en activo el Imperio Romano, el 25 de diciembre se celebraba el «Natalis
Solis Invicti», es decir, el «Nacimiento del sol invicto».
Pero lo cierto es que, al margen
de todas estas consideraciones, que podríamos decir que, tanto vienen a aclarar
como a enturbiar el significado de la fiesta de la Navidad, no sólo del día 25
de diciembre, en todos los días de esta fiesta se respira un ambiente de paz,
sosiego y armonía como en ninguna otra época del año.
Estamos todos más predispuestos a
ser buenos, a perdonar a quien no perdonaríamos en otro momento del año, y a
vivir en la esperanza de que todos nos ayudaremos los unos a los otros. Y
simplemente por este sentido de concordia y amor, la época de la Navidad es un
buen momento para todos sin excepción, pues no hace falta ser creyente
cristiano, para sentir amor fraternal por los demás.
Para conmemorar y recordar el
nacimiento de Jesús, en nuestras casas, además de un árbol repleto de adornos y
espumillón, ponemos un nacimiento más o menos extenso con figuras de todo tipo,
el cual, puede llegar a hacer del nacimiento, una verdadera representación
histórica de Belén, y de la Palestina de aquella época.
En Valencia, hace algunos años,
el Ayuntamiento ponía un gran nacimiento con numerosas figuras en la plaza que
lleva su nombre, el cual fue reduciéndose drásticamente. Y, en los últimos
años, ha cambiado al emplazamiento de la plaza de la Reina, frente a la
Catedral, donde se ha reducido la representación del nacimiento a la mínima
expresión de un portal con un pesebre y las figuras imprescindibles, las cuales,
de momento, aún incluyen a los Reyes Magos.
Para todos sin excepción, ¡Feliz
Navidad!
Valencia es sinónimo de cultura.
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