Poco antes de las seis de la tarde del pasado
viernes, Miquel Ricart, el único condenado por el triple crimen de las niñas de
Alcàsser, salía de la prisión de Herrera de la Mancha. La cara tapada con un
pasamontañas, escoltado por la guardia civil y rodeado por periodistas.
Ricart fue condenado en 1997 a 170 años de
prisión por los delitos de asesinato, rapto y violación de Míriam, Toñi y
Desirée, aunque la ley española especifica que el máximo tiempo de condena es
de 30 años.
Las familias de las víctimas siempre han
intentado que él pasara como mínimo esos 30 años en prisión. ¿Por qué entonces
sólo ha cumplido 21 años de pena? Hasta ahora, se había conseguido que los
beneficios penitenciarios que pudiera conseguir Ricart (rebaja en tiempo en
prisión por buena conducta, por ejemplo) se hicieran sobre los 170 años,
aplicando una sentencia conocida como Parrot. Pero el Tribunal Europeo ha
anulado esta aplicación y Ricart ha conseguido que el descuento sea sobre los
30 años. Así lo ha dictaminado la Audiencia Provincial de Valencia, acordando
“la inmediata puesta en libertad”.
La medida no ha contentado a nadie. Ni a los
9.500 habitantes de Alcàsser (que recuerdan a las jóvenes como así demuestra
el monumento conmemorativo en el cementerio de la localidad), ni a los 27.000
de Catarroja (donde vivía Ricart). Pero sobre todo, no ha contentado a las
familias de las víctimas. Rosa Folch, madre de Desirée, prefiere no realizar
declaraciones. Está cansada pero aún así abre la puerta de su casa por
amabilidad dejando un momento la cocina abandonada. “Nos ha destrozado la
vida… yo ya no quiero comentar nada de nada sobre él, estoy cansada, muy cansada”.
Ella no cree que se le oiga hablar en televisión y mucho menos que se acerque
al pueblo “ese… ¿a qué tiene que venir ese aquí? Yo ya he escuchado a gente
que dice que podría venir al pueblo pero no creo que lo haga. Aquí no tiene
nada que hacer, ni aquí ni en su pueblo”. Rosa, viuda al poco de morir
Desirée, no la olvida, pero prefiere concentrarse en la vida, con su otra hija,
y cuidando a sus dos nietos.
Similar situación es la de Fernando Gómez,
padre de Toñi. No la ha vuelto a ver desde aquel fatídico 13 de noviembre de
1992 en el que ella junto con sus dos amigas, Miriam y Toñi, se dirigían a la
discoteca Color de Picassent (hoy abandonada y rodeada por superficies
comerciales). Nunca llegaron. En su camino se les cruzó Antonio Anglés y Miquel
Ricart y nada se supo de las menores hasta que dos apicultores encontraron sus
cadáveres semienterrados en una fosa en el paraje de La Romana, el 27 de enero
de 1993.
“Ahora tendría 36 años”. Rememora Fernando “y
dentro de unos días se cumple el aniversario de su desaparición”. Su voz es
pausada. Sin ira. Pero no por ello deja de quejarse de lo injusto de la
situación: “Estoy harto. Estoy muy cabreado con que lo hayan echado a la calle…
Ahora a ver lo que hace”. El espera que vuelva a la cárcel “Mi abogado me dijo
que el estado va a recurrir” y en esto tiene confianza. La libertad de Ricart “me
ha sorprendido un montón – asegura¬- Esto no se esperaba… es que con esta cosa
(refiriéndose a la anulación de la doctrina Parot por el Tribunal Europeo)
están saliendo muchos de la cárcel. Y Ricart tenía que haber cumplido la
condena, por lo menos más tiempo… y no que esté por ahí suelto y ‘au’”. “Ese ya
tiene bastante con lo que ha hecho. Ahora está en la calle pero él sabe lo
que ha hecho… Es un violador. Lo lleva encima. Con el tiempo se paga todo”.
El convive con su mujer “ella es más fuerte,
pero hay ocasiones…”. Disfruta de sus otros tres hijos “la vida sigue pero está
ahí eso muy agarrao, es normal que esté así”, añade. Y no olvida la cara del
asesino de su hija: “Está cambiado pero si lo ves sí que te quedas con él…
claro que sí. Han pasado veinte años y no es igual que cuando tenía 22, pero se
le conoce al vuelo, por el semblante, por la fisonomía”.
Ante el comentario que circula de que Miquel
Ricart sea entrevistado no duda en responder. “No veo bien que hable para la
televisión… es que, ¿para qué? Si no va a decir nada… ese qué tiene que
declarar. Está todo visto y no tiene nada que añadir”
De forma similar reacciona ante la posibilidad
de que pueda volver a Alcàsser o a Catarroja: “no… por aquí no va a venir
seguro. Digo yo que le habrán prohibido que se acerque a las víctimas… y aunque
no lo hayan hecho estaría muy mal. No tiene derecho a pisar donde tanto mal ha
hecho, no lo veo bien… que se vaya a otro sitio donde no haya hecho tanto mal”.
Se rumorea que Miquel Ricart quiere ir a vivir a
Córdoba, pero en el triple crimen, según la sentencia, también participó
Antonio Anglés. De él no se sabe nada: ni dónde está ni qué hace. Se fugó al
poco de descubrir los cadáveres de las tres menores. Algunos testigos comentan
haberle visto en Lisboa zarpando en un barco mercante, el City of Plimouth. Que
su destino era Irlanda y que escapó (o le tiraron por la borda) antes de llegar
a puerto. Pero no hay ninguna evidencia material que demuestre esta teoría. La
policía no encontró ninguna prueba en el barco de su presencia: ninguna huella,
ninguna prueba de ADN… si bien es cierto que cuando los agentes pudieron
acceder a la nave ya habían pasado varios meses.
“Este, mira… como que cayera en un pozo –añade
Fernando en referencia a Anglés- no se sabe nada de nada. Desde el primer día
que se escapó y no pudieron cogerlo. ¿Qué si está vivo? No lo sé… eso no hay
quien lo sepa”.
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