Jaime Navarro. /EPDAEn esta España donde cada día constatas con tristeza que hace tiempo dejaste de ser nadie si no le mandas un guasap cada madrugada a ARMENGOL, con tal que se certifique por aenor y a cobro revertido ese kilo de patatas que nos mandaron el pasado finde nuestros amiguetes tan risueños desde el Ríf.
Dónde sospechas ser apenas un ectoplasma esquinero al que casi ya no dejan ni aullar en los estadios los tradicionales lemas de la tribu aunque uno sea un puto abonadito de toda la vida de dios pues hace tiempo que dejaste de tomar los cafelitos ecoresilientes y sostenibles exentos de IVA que nos recomienda desde la pequeña pantalla un tal KOLDO García, hijo de una gran nada que ver con lo de euro visión y un diminuto y picante bizum, según nos queman los párpados las crónicas.
Que tú naciste para tropa a la que encierran periódicamente junto a la suegra y las mascotas
bajo llave para aplaudir en estéreo cada tarde a las ocho a ABALOS que con un tal ILLA nos traen gratis todo un ejército de barbijos, buenos, bonitos y baratos que nos tenemos que poner hasta las cejas mayormente en los monegros o en el chabolo en que yacemos hace años junto a la nacional. Después de dar cuenta eso sí de nuestra última lata de fabada litoral. A la salud de D. SIMÓN. Siempre.
Que te quedaste pero que muy atrás perdido en las pantallas más vintage haciendo esas tozudas trimestrales y los boletines del horario a purita mano cada día más las cotizaciones con la firma digital mientras los neoemprendedores que vicepresidía el trágico IGLESIAS abrían eso sí y sin tanto papeleo y tanto fisco sus cuentas ofshore de visa oro en el pequeño y pintoresco Luxemburgo. Y sin cita previa.
Pero al fin todos teníamos nuestras mascarillas, y nuestros guantes negros, y nuestras geles de colores, y respiraderos como soles y un montón de marcas de vacunas y en seis meses todo un
récord para que nos cuidara nos acariciara nuestra amiga YOLI hasta hacernos casi felices a la una de la madrugada eso sí cuando se encendían los últimos faroles. Y la CALVO embriagada se desgañitaba tropezando por los callejones "qué el dinero público no es de nadie... si lo sabré yo MARISÚ... si lo sabré yo... que vengo sangrando aceite desde los puertos de San Telmo...! Marisú..."
Y por cierto: ¿qué fue de CHOCHO VOLADOR...?
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