La ceremonia de los Óscar es para los amantes del séptimo arte el culmen de un año de cine, donde esperamos ver a todas las estrellas que adoramos juntas, con gran expectación por saber qué se han puesto o con quién han ido y sobre todo conocer quién de todos los nominados ganará y qué película será la más galardonada.
Esta entrega premios se concibió en un principio como una cena entre amigos para premiar e incentivar su trabajo a finales de los años 20, donde ni tan siquiera había una gala como tal, sino que todos los premiados se daban a conocer antes de la susodicha cena. Fue a partir de los años 40, con el auge de los grandes estudios Paramount, Warner, Metro, Universal o Columbia y la intención de presunción por cada de cada uno de lucir a sus mejores estrellas con sus mejores galas , que esta ceremonia se convirtió en un espectáculo dentro de la industria. Un espectáculo “DE CINE” en mayúsculas que buscaba luchar contra una recién aparecida televisión que se perfilaba como su gran enemigo y el rival a batir.
Y no sé qué es lo que ha cambiado, quizás sea que la televisión ya no es un gran rival, sino una forma más de obtener ingresos a partir de la publicidad y donde lo que prima es la audiencia o que el exceso de información nos ha desmitificado a muchas estrellas del celuloide. Pero la octogésima tercera ceremonia de los Óscars del pasado domingo distaba mucho de ser uno de esos shows de glamour, música y entretenimiento que venía siendo hasta mediados de los años noventa, cuando Billy Cristal era el perfecto anfitrión, los números musicales tenían bailarines, contenido y evocaban celebración, donde cada premio era vivido como un triunfo con todo el patio de butacas en pie y sobre todo, aquí en nuestro país, no se había convertido en un negocio para las televisiones privadas, por el que, al igual que si de una película de estreno se tratara, tienes que pagar para poder verla.
Como realizador me hago siempre una pregunta después de ver una gala tan aburrida como la de anoche: “¿Nadie se piensa en qué es lo que el público quiere ver? Quiere de lo que ya no hay, estrellas, chistes, lagrimas, emoción, luz... es la gran fiesta del séptimo arte¡¡¡¡ Así que pongámonos las pilas, démosle éso al público, hagamos del salón o dormitorio de su casa una extensión del Kodak Teatre de Hollywood y que ni tan siquiera se den cuenta que hay una pantalla delante. Y si éso no lo pueden conseguir ellos, ni con la ayuda de unas gafas 3D, que no lo intente nadie más porque, la cada vez más malograda industria del cine, es suya.
Hace dos años, después de un descalabro tras otro (más vale no recordar a David Letterman, John Steward, Ellen DeGeneres) y exceptuando a una incorrecta y genial Whoopi Goldberg y desde que Cristal renunciara a ser el “Hosting” de la gala, dieron en la diana. Hugh Jackman aceptó ser el maestro de ceremonias, después de dos años consecutivos ejerciéndolo en los Tony (los Óscars del teatro que se entregan en Brodway) donde cantó , bailó, hizo chistes y se merendaba a cualquiera con solo su presencia. Él demostró ser el anfitrión perfecto en una gala donde el cambio de ubicación, el aspecto formal de la presentación de los nominados y el regreso de los grandes números musicales, devolvieron al publico la esperanza y sobre todo el recuerdo de los grandes momentos de estos galardones y el mayor índice de audiencia desde hacía años.
No se sabe bien qué pasó. Quizás que dejó el listón tan alto que el mismo pensó: “ésto es imposible de superar”. Cuando los mismos productores le pidieron que volvieran, el dijo “no” sin más. Entonces y con la expectativa bien alta, pero mucho más baja que la de anoche recurrieron a Alec Baldwin y Steve Martin. ¿A qué sólo leer su nombre provoca una sonrisa e idea de diversión? Pues no amigos. Nada de lo uno, ni de lo otro. Convirtiendo otra vez la gala en un tedio insufrible donde la única emoción fue saber si podría más el 3D de Avatar o la guerra de Irak dirigida por una mujer de “En tierra hostil”.
Visto el panorama, este año debieron darle muchas vueltas al asunto y pensaron. “Jackman no quiere volver, la gente joven quiere ver gente guapa y Anne Hataway cantó excelentemente con él hace dos años. ¿Por qué no se lo proponemos a ella y le ponemos al lado a un chico bien guapo, famoso y consolidado como actor? (no servía cualquier teenager)”. Y voila¡¡¡ Un flamante James Franco a pedir de boca. La publicidad de la cadena ABC, mucho antes de saberse incluso los nominados era abrumadora, excelentemente cómica, llena de gags y guiños cinematográficos como el clip promocional de ellos dos haciendo de Olivia Newton Jones y John Travolta en “Grease”. ¿Qué puedes esperar de semejante promoción? Lo que vuelvo a insistir: el pasado domingo no tuvimos ocasión de ver en ningún momento ni música ni espectáculo ni entretenimiento.
Tras unas aceptables, pero muy mal realizadas, casi dos horas y media de alfombra roja, que por cierto destaparon ya los modelitos de todas las nominas, presentadoras, amigas y sus familias... poco en este sentido quedaba por ver. Dos días antes se había filtrado la escaleta del programa en internet y ya observábamos con asombro la ausencia de muchas estrellas, sobre todo “teens” como señaló un amigo y que son las que en estos sentidos atraen a la audiencia junto a las grandes de siempre como Cate Blanchet, Nicole Kidman o hasta Halle Barry. Otra cosa curiosidad es que cada presentador daría dos premios. ¿Les faltaba gente o era cuestión de ahorrar tiempo?.La expectación este año venia causada por el duelo “The Social Network” vs “The King’s Speech” y sobre todo quién de las dos actrices protagonistas quedaría sin premio ¿Natalie Portman o Annete Bennig?. El resto, por parte de premios, era predecible a excepción de si habrían sorpresas en las categorías de actriz secundaria, donde se daba como clara favorita de última hora a la niña de “True Grit” y en la de mejor director, donde David Fincher por “The Social Network” salía en todas las quinielas, pronosticando esa decisión de que el Óscar a la mejor dirección y mejor película van a parar a títulos diferentes.
La ceremonia comienza y tras un video genial en el que se homenajea a las películas nominadas a partir de una introducción dentro del sueño de Alec Baldwin de Anne y James al estilo “Inception” y donde los diferentes niveles de sueño son las diferentes películas nominadas, se da paso a un soso y plano discurso de presentación de ambos, que ya ponía en alerta a los entendidos en la materia, al no encontrarnos con ningún número musical de introducción.
Tras ver por fin el decorado y soñar con unas imágenes gigantes de “Lo que el viento se llevó” en segundo plano, se entregaron los dos primeros premios. Dirección artística para “Alice in Wonderland” y sorpresa¡¡¡¡ Fotografía para “Origen”. Ésto me emocionó y me entristeció a la vez pues en mi porra particular era mi apuesta pero, Roger Deakins director de fotografía de los Cohen (y para mí el mejor de los actuales, aunque este trabajo no lo merecía) se quedaba por séptima vez sin premio. “Que bien, puede ser una noche de cambios y sorpresas”
A continuación anuncian la presencia de un nonagenario Kirk Douglas para presentar el Óscar a la mejor actriz secundaria. No cabía más en mí de gozo; volver a ver a un clásico del cine en pantalla, vivito, coleando, ligando y haciendo chistes. Se convirtió en el mejor momento de la gala cuando tras anunciar a las nominadas y con el sobre abierto, espero casi dos minutos entre bromas y elucubraciones a anunciar a la ganadora. Melissa Leo por “The fighter”, fue la actriz afortunada que, haciendo gala de su mal gusto y malos modales, pronuncio un “fucking” como era de esperar, haciéndome pensar si realmente en la película actuaba o era tan solo ella.
Tras varios premios irrelevantes y viendo que ambos presentadores solo se limitaban a cambiarse ella de modelito y gritar como una loca mientras él cada vez tenía más cara de palo; me di cuenta de que estaba cayendo en picado la ceremonia, que cada vez se hacía más pesada y el interés decrecía poco a poco. No veía llegar esos números musicales que dotan de ritmo y vida a esta clase de eventos. Cuando de repente, tras una pausa, veo que Anne aparece vestía cual Judy Garland en “Ha nacido una estrella” y hace referencia a los musicales mientras se dirige a Hugh Jackman. “Va a cantar, ahora biene lo bueno...” y no, ella salió por peteneras cantando una estrofa de una canción y culminó la broma presentando a un travestido James Franco de Marilyn que me pareció más un insulto que una referencia al séptimo arte. Visto ésto, mi gozo cayó en el pozo y ya no se volvió a levantar. El resto de Óscars fueron cayendo de forma predecible y sin sorpresa, como si de productos en una cinta industrial se trataran, yendo hacia la máquina de embalaje. Ni el supuesto homenaje de tres minutos contados (uno por cada banda sonora: “Star wars”,”Laurence de Arabia” “Wet Side Story”) a la música de cine despertó mi interés, más bien me pareció de lo más absurdo, al igual que ver a Javier Bardem y Josh Brolin vestidos al más puro estilo “Reyes del Mambo” como homenaje a aquella primera cena que se celebro en Hollywood en el año veintinueve.
Ésto ya no tenía remedio, y los números musicales los fueron empeorando. ¿Dónde estaban los bailarines coreografiados como siempre por Nancy Allen (la profesora de “Fama”)? ¿ Por qué dejan cantar a Randy Newman, que sí que es un excelente compositor de canciones pero un pésimo interprete? Solo ver a Gyltney Paltrow, que cada día y después de verla cantar, también en los Grammy, pienso más en que debería dejar de actuar, dedicarse a la música y devolverle de paso el Óscar que le robó a Kate Blanchet por “Elizabeth”.
Mas tarde y después de estar desesperado porque veo que toda la campaña de promoción ha sido un timo, veo salir a Celine Dion (señora que no aguanto pero con magnífica voz) a cantar “Smile” de la película “Candilejas” de Chaplin, mientras el video de los desaparecidos durante este último año aparece en pantalla y la imagen de Patria Neal hace saltar mis lagrimas.
Sin esperar ya nada y agotado por la diferencia horaria me quedo asombrado cuando veo que Tom Hooper gana el Óscar a la mejor dirección ante un profesional, como lo es David Fincher, que esta misma semana ha sido elegido por la revista Weekentertaiment, el mejor director en activo del mundo. Con este premio la cosa estaba clara “The King’s Speech” ganaría el premio a la mejor película seguro, ya que el recóndito nuevo sistema de votos de la academia la hace más familiar y próxima que el “supuesto” nuevo cine de Fincher, que ya lleva casi veinte años en la industria cinematográfica.
Solo esperaba con expectación que dijeran el nombre de Jeff Briges y que este anunciara a Natalie Portman como mejor actriz para dejar de ver semejante tostón e irme a dormir tranquilo. Y así ocurrió. Lo siento Anette, eres muy grande, veterana y estás harta de que niñatas más jóvenes te roben el Óscar cada vez que te nominan, pero la “Nina” de “Black Swan” es uno de los personajes mejores escritos e interpretados de la última década (al igual que la película) y tu sólo has hecho un telefilm que a mí, si fuera lesbiana me daría vergüenza verlo. Además creo que Julian Moore te come en todas las escenas.
Tras este Óscar y esperando el cantado de gran actor para el rancio Colin Firth, pienso que hubiera sido más justo dárselo, el año pasado a él por “A single man” y este año a Jeff Briges. Pero más vale agarrar pájaro en mano que ciento volando, debieron pensar los votantes.
Tras este Óscar se anunció a bombo y platillo a Steven Spilberg para entregar el premio a la mejor película y como muy bien recordó, hay muy buenos films ganadores pero también hay otros como “El Graduado” o “Ciudadano Kane” que no ganaron y hoy son grandes clásicos del cine. ¡Cuánta razón tiene señor Spilberg! “The King Speech” es una gran película, muy formal, clásica, académica, pero “The Social Network”, “Black Swan” y “Origen” también lo son y su discurso, aunque más innovador, no es ni mejor ni peor. Y quizás aquí radique la escisión y el problema del planteamiento de la ceremonia madre de todas las ceremonias. La fórmula de toda la vida si funciona puedes seguir tomándola, pero si la varías es para mejorarla y no para sustituir sus elementos por otros de menos valía. El tiempo apremia en todos los medios visuales de comunicación, pero al fin y al cabo el espectador también, y este ser menospreciado es el que ve y consume cine; en tiempos de crisis, de cambios de formatos etc... El espectáculo sigue siendo siempre el espectáculo. Así que necesitamos, ahora más que nunca, cuidarlo, adaptarlo y al que nos ve desde el otro lado, sobre todo, entenderlo y mimarlo, porque yo hoy tras el cierre de un año de cine de año, me siento indignado.
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