Salvador Puigdengolas. EPDAEste lunes 28 de abril, en solo 5 segundos, vivimos como se cayó el estado del bienestar y fuimos sufridores de ese “fundido en negro” que nos dejó sin la mayoría de servicios fundamentales.
Fundido no ajeno a especulaciones y teorías de la conspiración que, muchos, achacan a guerras híbridas y ciberataques. Algunas de ellas en base a la exposición de dispositivos OT -Operational Technology- que, siendo el hardware y software que controla y monitorea procesos y dispositivos en entornos industriales, y de infraestructuras críticas, resultan cruciales para el funcionamiento de sistemas como son los de las plantas de generación de energía. Dispositivos que se instalan con configuraciones de fábrica, con claves poco o nada segura y que se utilizan sin actualizarse los firmware, convirtiéndose en una buena “puerta de atrás” para ciberataques.
Teoría de la conspiración en base a las muchas series y películas que nos alarman sobre este tipo de situaciones y nos alertan de la anarquía que se puede llegar a apoderar de la sociedad si se pierde en control e impera el miedo. Miedo que me trajo a la cabeza el libro Ensayo de la Ceguera y a su autor: José Saramago. Un libro donde el miedo lleva a perder aquello que nos distingue de los animales y lleva a sacar uno de los instintos más básicos y menos apropiados como sociedad, el de la necesidad de la supervivencia personal a toda costa.
Crisis sin precedentes, una más, que estamos viviendo y cuya causa “real” no creo que se llegue a conocer, achacándose a un problema técnico de desequilibrio por oscilaciones en la red debido, a priori, a una incorrecta planificación y control del pool energético que dio lugar a una saturación, por sobre generación, y no adecuación de la producción de la generación síncrona a la demanda real, que el sistema eléctrico no pudo asumir y llevó a su desconexión para evitar graves averías en instalaciones de producción, transporte y distribución, tal como hace días se advertía podía llegar a suceder, según diversos medios especializados.
Estamos expuestos y somos frágiles en esta era, en la que sí debemos hacer uso de la tecnología, pero no depender exclusivamente de ella. Debemos estar preparados, de nuevo, para el mundo analógico y no depender exclusivamente de dispositivos digitales. Desgraciadamente, parte de nuestra sociedad ya lo vivió en la transición y, nuestros abuelos, ya lo pasaron en guerra y postguerra: Siempre estaban preparados para el improvisto de hoy.
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