El pacto de las
reformas de las pensiones que quería el Gobierno “Socialisto”, ha llegado, a
petición de los “famosos mercados”-el gran capital- con consentimiento de los
líderes de los sindicatos.
Este acuerdo se trata
de un puñetazo en las costillas a todos los trabajadores de este país, que
podría haber sido peor si hubiese sido por decreto, pero sigue siendo malo para
la clase que más sufre las consecuencias de la crisis. Y es que esto es una
petición de la patronal y de la banca, que día tras día pone obstáculos en el
camino en beneficio propio, con esto ellos enriquecerán sus arcas, con los
fondos de pensiones y con esto miles de personas verán como no cobran el 100%
de su jubilación, especialmente las mujeres y los jóvenes. Es decir se están
poniendo en primer lugar los intereses de los sectores financieros a costa de
los ciudadanos y ciudadanas.
La modificación de
las condiciones para acceder a una pensión no era necesaria y urgente, ya que
el sistema es viable y solvente, como todas las partes han reconocido durante
el proceso de debate y negociación. Este año ha acabado en superávit,
mismamente. Pero el problema no es el descenso de la demografía, como muchas
veces se dice, si no el descenso de las cotizaciones como consecuencia del paro
del 20% que sufre España.
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Como joven que soy,
me horroriza mi futuro, ya que pertenezco a esa primera generación en la
historia de este país, que va a vivir peor que sus padres. Más de 900.000
jóvenes con menos de 25 años están desempleados en nuestro país, y la edad de
acceso al mercado laboral cada vez es mayor. Sumando esto al coste de los
masters, ahora post-grados, y al coste de la vivienda en España, hace que
muchos de los que hoy estudian en nuestro país, en el futuro no trabajen aquí.
Antes inmigraba mano de obra, mañana inmigrarán jóvenes cualificados con
carreras universitarias.
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Todo esto además con
consentimiento de los que en teoría defienden a los trabajadores y
trabajadoras. En mi caso diré que como hijo de afiliado a un sindicato
mayoritario y como participante en muchos actos de estos últimos, diré que el
sentir de las bases es muy diferente al de la cúpula sindical. Toxo, en mi
opinión, se ha pasado por el arco de triunfo los Estatutos de CCOO, que dicen
que se define como un sindicato: Reivindicativo, de clase, unitario,
democrático, independiente, participativo, de masas, de hombres y mujeres,
sociopolítico, internacionalista, pluriétnico y multicultural. Ideológicamente,
se orienta hacia la supresión de la sociedad capitalista y la construcción de
una sociedad socialista democrática.” Pues bien, el muy buen señor, ha
afirmado “Nuestro
objetivo es garantizar la sostenibilidad del sistema y la cohesión social”.
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Es
decir, que traiciona a los principios del sindicato y se convierte además, en
títere del Gobierno y la patronal. El sindicalismo, maltrecho ya por las
criticas por sus actuaciones ante la crisis, ha firmado la rendición ante las
peticiones de los que si podrán gozar de una buena jubilación, y de los que
gozan hoy de una condición social inmejorable en nuestra sociedad, los
poderosos.
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El capitalismo -ante
el crecimiento económico de las potencias emergentes- recorta los derechos
conquistados por la clase trabajadora europea, y eso nos hace retornar a siglos
anteriores en condiciones laborales. Ya lo dijo Díaz Ferran, presidente de la
CEOE, al despedirse: "sólo se puede salir de la crisis trabajando más y
ganando menos". No creo que esta sea la solución, sino meterle mano al fraude fiscal y a
los paraísos fiscales, aumentar la carga impositiva para los sueldos más altos,
crear una banca pública que ayude a las PYMES -principales generadoras de empleo-
y siendo muy extremista, nacionalizar la banca, cosa muy improbable dado que
nos encontramos en una situación donde las decisiones las toman los ricos y
poderosos, y no los Gobiernos. La revuelta social, si continuamos así, es
inevitable, como esta pasando en países donde todavía hay peores condiciones de
vida como Túnez o Egipto.
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Estamos viviendo
un momento histórico, como lo fue la Revolución Francesa, la Revolución Rusa,
el Crack del 29, la II Guerra Mundial o la caída del muro de Berlín: un nuevo
reparto de la economía mundial, donde países como China, India, Brasil y Rusia
tienen mucho que decir.
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