Gambas. EPDA “Solares, sólo sabe a agua”, era
el anuncio que en toda España se escuchaba acerca de las bondades
del “agua mineral” Solares. Era el agua preferida por las
familias para comer, hacer el biberón al bebé o sencillamente los
deportistas que querían un agua de calidad que no tuviese ese sabor,
imprescindible y desagradable de las aguas de calidad, de cloro libre
para garantizar un agua libre de patógenos.
Sin embargo, en un el programa
“Protagonistas” de Luis del Olmo, entonces en Radio Nacional de
España, apareció la noticia: “Se detectan patógenos en el agua
Solares”. Bastó esa noticia para que la citada marca de agua
mineral embotellada, dejase de situarse como agua de confianza y que,
a los pocos meses, tuviese que cerrar.
Algo similar ocurrió con las
hamburguesas de McDonald’s, bastantes años después, pero habida
cuenta la potencia de la multinacional americana, no experimentó lo
ocurrido en Solares.
En la década de los sesenta del siglo
pasado, los médicos aconsejaban a las madres que el pescado “blanco”
era el mejor que podían dar a sus hijos: Merluza, Dorada, Emperador
y demás especies eran especialmente buenas para la alimentación
adecuada a los niños, y tuvimos que esperar a la década de los
ochenta para encontrar los beneficios de los pescados “azules”
que suministraban unas proteínas maravillosas para los adolescentes.
En la actualidad, somos capaces de “platicar” acerca de las
bondades de los ácidos “omega 3”, las dietas saludables, las
ensaladas, las pastas y demás, y demonizar los azúcares y las
grasas, sobre todo las grasas saturadas, es decir, aquellas de
difícil metabolización.
Celita Villalobos, Ministro de Sanidad,
afirmaba que “era necesario y urgente hacer calditos con espinazos
de cerdo y no con ternera pues los priones de las vacas locas nos
podían volver gilipollas”.
Determinadas organizaciones no
gubernamentales afirman que los “transgénicos como el maíz son
venenos que nos envenenan el cuerpo y generarán diferentes tipos de
cánceres a lo largo de nuestra vida”.
Los veganos y vegetarianos nos mandan,
a los que nos encanta un solomillo o un buen chuletón, al infierno
de la comida saludable, informando que comer proteínas animales es
el camino directo a “Perdición”, mientras ellos comen esas cosas
extraídas de vegetales tratados y reivindican los productos
“orgánicos o ecológicos”, sin saber que el etiquetado orgánico
o ecológico es una farsa y será motivo de otra pastoral en este
Diario de Aquí
Bien, llegado a este punto, siempre he
sentido un rechazo a aquella afirmación de que “este vino es
buenísimo pues no lleva química”, olvidando que la química ha
hecho más por la buena salud de la humanidad que cualquier otra
actividad humana. Louis Pasteur era químico y consiguió, a través
de su sistema de eliminación de patógenos, la “pasteurización”,
que la vida de las personas estuviese más protegida frente a los
ataques microbianos. A través del estudio de los “penicilium
notatum”, el médico Alexander Flemming consiguió eliminar las
enfermedades generadas por bacterias y el español Jaime Ferrán
consiguió la vacuna contra la poliomielitis, evitando el espectáculo
de niños con piernas revestidas de aparatos ortopédicos.
Dicho eso, vamos,
querido lector, al meollo de nuestra pastoral: Las cabezas de las
gambas. Afirma algún infiltrado alimentario, que las cabezas de las
gambas fijan los metales pesados que están en nuestro “Mare
Nostrum” y que la ingesta de dichos crustáceos nos va a llevar a
una alimentación “no saludable” que generará maleficios en
nuestros maltrechos cuerpos. Estoy de acuerdo con ellos y es cierto,
los crustáceos, los bivalvos, lamelibranquios y demás especies son
especialistas en filtrar el agua del mar, es su trabajo en la
naturaleza, pero ello no es óbice para seguir a “pié juntillas”
a estos aguafiestas que nos auguran las más terribles y dolorosas
enfermedades si seguimos comiendo esas criaturas que Dios y el Mare
Nostrum nos ofrecen.
Desde la época de los faraones, se comen dichos
especímenes y espero, querido lector, seguir comiéndolos y si
tienen Cadmio hexavalente, cosa que dudo, antes lo detectarán
nuestros laboratorios alimentarios. Por tanto, levanto mi “Verdil”
de Fontanars y me quito los bigotes de la quisquilla y gamba roja
mediterránea de mis bigotes después de haberme zampado una docena
de gamba roja de Denia y media cuartilla de cigalas del “patíbulo”
castellonense. A su salud querido amigo y no desfallezca, el problema
es que son muy caras.
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