Susana Gisbert. /EPDAEstoy segura de que si preguntamos a la gente si sabe lo qué significa “guglear”, la mayor conoce el término, aunque también la mayor parte pensará que el Diccionario de la Real Academia no lo admite.
Pues si es así, fifty-fifty o, para ser más acorde con la RAE, habremos acertado el 50 por ciento. “Guglear”, y su hermana “googlear” están incluidas como “palabras en el observatorio” de la RAE, una especie de purgatorio de las palabras en el que permanecen a la espera de si la ilustre institución da su beneplácito para que se conviertan en palabras oficiales, o las expulsa al infierno de los vocablos desechados. Tiempo al tiempo.
En cualquier de los casos, el término, que equivale a buscar en Google, es de uso frecuente. Y la acción que comporta lo es todavía más, a riesgo de la puesta en forma de nuestro cerebro.
Es verdad que el navegador -este y cualquier otro- es muy útil cuando se necesita acceder a datos o informaciones, pero también es cierto que nos evita una suerte de gimnasia cerebral que puede ayudar a que no se nos atrofien de las neuronas. A quienes las tenemos, claro está, que en estos días parece que escasea la materia gris en más de una cabeza.
No hace tanto tiempo, aunque pueda parecer una eternidad, cuando el cerebro nos jugaba la mala pasada de no querer recordar algún nombre, o cancioncilla, o cualquier otra cosa, le dábamos vueltas y vueltas hasta dar con ello. Incluso nos veíamos en la necesidad de llamar a alguien para que nos ayudara, que todo el mundo tiene un amigo o amiga con memoria de tísico.
Hoy, sin embargo, ni siquiera hacemos el esfuerzo. Nos encomendamos a San Google y asunto zanjado. Ni un minuto de esfuerzo, no vayamos a agotarnos.
Sin embargo, tal vez deberíamos pensarlo antes. Quizás sería conveniente utilizar el navegador como hacíamos con el amigo listillo, como última opción después de haberle dado vueltas. Porque, de lo contrario, nuestro cerebro puede volverse perezoso, con el riesgo que eso comporta.
Y es que cada día descuidamos más a nuestras cabezas. Y, de la misma manera que hemos de entrenar para conseguir cumplir determinados hitos en el ejercicio físico, deberíamos hacer otro tanto con nuestra mente. Si no la tenemos entrenada en las pequeñas cosas, estará en baja forma a la hora de acometer grandes empresas. Y, encima, tendremos agujetas mentales, que no creo que sean plato de gusto. Pero me voy a resistir a comprobarlo en Google. Que nadie me diga eso de “consejos vendo que para mí no tengo”
Comparte la noticia
Categorías de la noticia