Chelo Poveda. /EPDA La Autoridad Portuaria de Valencia (APV) ha aprobado este pasado viernes el proyecto para la ampliación del puerto de Valencia. En otras palabras, la Autoridad Portuaria de Valencia ha aprobado someter nuestro patrimonio ecológico a los poderosos intereses económicos de navieras y constructoras. Pese a la protesta social, pese a las alternativas políticas, pese al desastre que ya sufren las playas del sur de nuestra ciudad, la Autoridad Portuaria ha decidido dilapidar la costa del Saler, nuestras costa, y poner en serio riesgo nuestra Albufera con tal de poner los intereses del capital por delante.
La APV, ente independiente de la democracia y de la voluntad de la ciudadanía valenciana, no actúa sola, detrás de esta ampliación está un PSPV y un Aurelio Martínez que no están entendiendo nada, absolutamente nada. Seguir adelante con el puerto es el clásico pan para hoy y hambre para mañana con algunos matices temporales: pan para hoy, para los que se forran con los megaproyectos; hambre en las playas desde hace años que retroceden y retroceden como consecuencia del dique ya construido de esta ampliación; hambre para mañana porque si se destruye la costa del Saler y la Albufera, pueden imaginar el impacto social y económica del asunto.
Sabemos, lo dicen los sindicatos, que está ampliación no servirá para el clásico mantra de la creación de empleo: será una terminal altamente robotizada y con pocos trabajadores y además la función del puerto será fundamentalmente la de un puerto dormitorio. En otras palabras, llegará un buque, dejará sus contenedores, entrará otro buque y se los llevará sin que aquí se quede más riqueza que los beneficios de las navieras mientras contaminan nuestras aguas, nuestro aire y se destruye nuestro entorno.
Tampoco es cierto que servirá a nuestra industria. Lo que sí serviría a nuestra industria es que los 1.500 millones de euros previstos (que ya veremos si es verdad y a cuanto ascenderá con los sobrecostes) se invirtieran en la reindustrialización de nuestra comunidad, en una reindustrialización verde, en relocalizar las fábricas en nuestro tejido productivo y económico y no depender profundamente del comercio internacional que como hemos visto en estos años, cualquier día nos deja tiradas, ya sea por un atasco de barcos, por una pandemia, por falta de productos o porque ¡demonios, se acaba el petróleo que mueve el mundo y alimenta los grandes buques!
Hay que pensar con proyección de futuro y abandonar el cortoplacismo capitalista. ¿Para qué hipotecar nuestro futuro agroecológico por una actividad que depende de los cada vez más escasos combustibles fósiles? ¿Por qué invertir miles de millones en un agujero logístico que solo mira hacia el exterior y nos destroza en vez de invertir estratégicamente en que nuestra comunidad sea un polo de producción que mire hacia dentro y hacia Europa?
Señoras y señores, la lucha contra la barbarie del puerto continúa. Todavía hay mucho por hacer, todavía hay opciones y siguiendo la frase de Alejandro Magno, hasta que no quememos hasta la última nave y no quede esperanza, seguiremos peleando por la mejor opción para la Valencia del presente y del futuro: no a la ampliación del puerto.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia