Toñi Sánchez./EPDA El movimiento feminista lo ha vuelto ha hacer. Lo hemos vuelto a
hacer. Hemos llenado de nuevo las calles con nuestras reivindicaciones
en favor de la igualdad de las mujeres y los hombres, de la igualdad de
todas las personas en definitiva.
El feminismo no
es uno ni lucha solo contra una desigualdad sino contra todas, también
contra las desigualdades de raza, también contra las desigualdades de
clase... Porque ser mujer, y ser migrante, y ser pobre, debe combatirse
desde todos los flancos. Las feministas también combatimos las
desigualdades que el patriarcado cierne sobre los hombres, aunque haya
quien no lo vea o no lo quiera ver.
Hemos vuelto a
llenar las calles de todas las ciudades mujeres jóvenes a la vanguardia
del pensamiento y la acción feminista y también las no tan jóvenes que
venimos ya de una tradición feminista de décadas y que ha evolucionado
mucho y mucho más rápido que la propia sociedad. Hemos vuelto a gritar
los lemas, por desgracia, contra la violencia machista por cada mujer
asesinada, contra la violencia sexual por cada mujer violada. Hemos
cantado a todas las madres que pueden acabar con tantas guerras. Y
seguiremos saliendo, cantando y gritando alegres y combativas, rabiosas y
enfadadas, hasta que estas lacras sean cosa del pasado, hasta que la
igualdad sea realidad.
Ahora que la guerra golpea
Europa de nuevo hemos de recordar y advertir a todas y todos: la guerra
para las mujeres tiene un impacto brutal. Somos nosotras las que
sufrimos la espera, el silencio y las pérdidas irreparables de hijos,
hermanos, parejas o padres. Somos nosotras las que sufrimos el exilio,
las que abandonamos nuestra tierra para poder cuidar de las hijas e
hijos, de hermanas y hermanos, de madres y padres. Somos nosotras las
que vamos solas a la frontera donde nos espera la nada, o lo que es
peor, donde nos esperan las redes de trata de mujeres y los proxenetas.
Ya hemos visto a canallas en las redes bromear con que están dispuestos a
acoger a mujeres ucranianas en sus casas poniendo fotos de jóvenes
ucranianas; esto lo dicen desde su sillón los que luego quizás van al
burdel esperando encontrarlas.
No quiero decir con
esto que a los hombres les golpee menos la guerra, que nadie
malinterprete mis palabras ni las saque de contexto. Esto no es una
competición para ver quien sufre más, con esto quiero decir que nos
golpea a todas, y a nosotras de unas maneras concretas. No hay
privilegios en las víctimas de la guerra, a cada cual le golpea con su
dureza. A unos los mata y mutila, a nosotras nos deja solas, rotas,
partidas, violadas o esclavizadas.
El feminismo es
paz. Es cuidado. Es responsabilidad y corresponsabilidad. Es sexualidad
formada e informada. Es sexualidad consentida. Es igualdad salarial,
rotura de techos de cristal y solidificación de los suelos pegajosos
para que dejen de serlo. El feminismo es saber que no se es menos mujer
tras la menopausia y que tienes derecho al deseo. El feminismo es
caminar tranquila por las calles, es tener referentes femeninos en la
ciencia y en cualquier ámbito. Es sororidad entre nosotras y rebeldía
frente al patriarcado.
En estos tiempos
testosterónicos quizás sea más necesaria que nunca la política que
reivindica sin ápice de ingenuidad la lucha pacífica por la igualdad. Es
tiempo de feminismos. Juntas, podemos.
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