Enrique Celda. //EPDA ¿Dónde está la ética? ¿Y la estética? Son preguntas que
cualquier amante del servicio público se pregunta hoy en día, y no solo Mónica
Oltra. Vamos a hablar de política. Hay que cambiar, sí, el rumbo que está
tomando la política en la actualidad. Se están perdiendo los valores
fundamentales sobre los que se remonta el honor de servicio público.
Vayamos a la Antigua Grecia, sede y cuna de la Democracia
Occidental; lugar de nacimiento de grandes pensadores, de oradores y de los
primeros servidores públicos. Allá donde todos los ciudadanos eran llamados a debatir
en la asamblea para tratar los temas que preocupaban acerca de la gestión de la
polis. Se trataba de un privilegio y un deber el participar en la Politeia, que
no era otra cosa que la búsqueda del bienestar general.
Para un ciudadano de la Polis, no podía haber mayor honor y
satisfacción que representar a los suyos e involucrarse en la la idea de la res
pública. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado desde entonces para que se hayan perdido
los valores primigenios? Observamos cómo a diario, en las tertulias, se ha
abandonado las formas, la educación y, lo más importante, el debate
constructivo; para basarlo en la política del ataque: esa política basada en la
crítica fácil, en la exacerbación del populismo, en la pérdida del respeto al
adversario o, simplemente, en el abandono de ideas tan básicas como la justicia
y la presunción de inocencia.
Esto se hace aún más evidente cuando centramos nuestra
mirada sobre la izquierda de este país. No hay más que ver cómo los líderes de
los distintos partidos que se encuentran a lo largo y ancho de este espectro político
han dejado de lado la herencia recibida de los grandes intelectuales progresistas.
¿Dónde han quedado las ideas de esa izquierda utópica, con proyecto de futuro?
O, ¿dónde están esos grandes pensadores y filósofos que nutrían de valores y
principios y que lograron cambiar el curso de un país, o incluso de la
historia, como Neruda en Chile? ¡Qué grandes artistas nos ha proporcionado la
izquierda, también! Y no los de ahora, que se limitan a ser mercenarios que se venden
al mejor postor a cambio de un sueldo y un sillón.
En esta línea, permitidme que os cuente un ejemplo de primera mano: en mi municipio, San Antonio de Benagéber, estas últimas semanas hemos visto la prueba palpable de, precisamente, esa degeneración de la política de la que hablaba. Hemos visto cómo la izquierda interesada ha sido capaz de intentar pactar con la opción política más antagónica, traicionando a su propio electorado, por una desmesurada ansia de poder, por medio de artimañas y engaños.Bien es sabido que no soy votante de Compromís, Podemos, Plataforma o cualquiera de las agrupaciones que conforman el conglomerado de Guanyem SAB. Pero pienso, como ciudadano interesado en la política de su municipio, que se trata de una puñalada a sus valores y a los que confiaron en ellos. Por ello, y como haría cualquier persona con unos valores e ideas claras, deben ser estos quienes exijan responsabilidades a los que han tirado por la borda todo lo construido por la izquierda. Tengo que dar la razón a los ciudadanos de la Antigua Grecia. No hay nada más bonito y reconfortante para un humilde servidor de lo público que ver la satisfacción y recibir la aprobación de sus conciudadanos, de sus vecinos y, en definitiva, de sus amigos. Devolvamos, juntos, el honor a la política.
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