JULIAN SALAZAR ALCAÑIZHace unos años mi amiga Charlotte, profesora francesa en Tánger, me hizo la siguiente reflexión: “Julián, ¿te has dado cuenta que todas las películas americanas de extraterrestres siempre muestran a los extraterrestres igual? Los presentan como seres malos, feos, que dan miedo y que lo único que quieren es aniquilar a la humanidad y quedarse con nuestro planeta”. Pues efectivamente, así es, aunque sí que existe una película de la misma industria en la que el extraterrestre lo que desea y quiere es volver a su casa y además es un ser entrañable y ajeno a ese aspecto de “cucaracha” que suelen tener los demás.
Pues bien, ¿qué sucede?, que desde que amanece nos vemos bombardeados por mensajes subliminales que nos van dibujando una realidad muy condicionada. De esta forma vamos construyendo un imaginario que se retroalimenta en cada una de las interacciones que tenemos entre nosotros. Claro está, si todos terminamos viendo y escuchando los mismos relatos, este imaginario pasa a ser de todos, pasa a ser colectivo.
En el terreno de la migración nos encontramos con personas que vienen de otros países y que sus intereses, lejos de aniquilar o quedarse con nuestros trabajos, más bien son como ET, que lo que añoran es poder, algún día, regresar a su casa y además, como ET, usan el teléfono para seguir en contacto con aquellos que dejaron atrás. Pero para otros no es así, por desgracia, asumen el discurso del miedo y del odio, porque su relato es el imaginario construido a base de películas, documentales o videos promocionales que solo buscan un interés que deshumanice al otro o simple y llanamente, porque es de fuera.
El imaginario colectivo, como su nombre indica, es imaginario, está en nuestra imaginación, es inventado. No responde a reflexiones, experiencias propias analizadas con cierto rigor o con un poquito de objetividad. Es el atajo para desacreditar, es el discurso simplón que usan aquellos movidos por su egoísmo. Abrazar estos discursos, además de constatar una falta de rigor, de empatía y sobre todo de humanidad, denota la pérdida de un pensamiento crítico, que, desde hace algunos siglos, nos ha caracterizado a las personas y nos ha conducido a conquistar derechos y libertadas, con las cuales hemos podido crear sociedades más justas. Estamos en tiempos de retroceso, la humanidad debe dejarse de conclusiones predeterminadas que construyan estos imaginarios y empezar a buscar caminos de apertura a la solidaridad, al bien común y sobre todo a descubrir en el otro a uno mismo.
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