La fiscal valenciana contra los delitos de Odio, Susana Gisbert. EFECada
semana me gusta asomarme a estas páginas aportando un toque de
optimismo a esta complicada situación que nos ha tocado vivir. Pero
hay cuestiones respecto a las que cuesta tanto que parece casi
imposible.
Hace
unos días se confirmaba la tercera víctima de violencia de género
en lo que va de año. Y eso podría ser un dato relativamente
positivo, dada la disminución en relación a lo que ocurría a estas
alturas otros años, si no fuera por un par de detalles.
Precisamente, los detalles que me impiden encarar este artículo con
optimismo.
El
primero de ellos puede parecer una obviedad. Tres no es cero. Y todo
lo que no sea cero es un drama. Son tres vidas acabadas y muchas más
destrozadas, las de todas las personas que querían a esas mujeres.
La vida no será igual para sus hijas e hijos, para sus padres, para
sus amistades ni para el mundo. Tres mujeres que deberían estar aquí
ya no están. Por eso debemos dotarlas de dimensión humana y no
permitir que se reduzcan a una mera cifra. Porque las cifras, en
cuanto una se acostumbra a ellas, producen un efecto anestésico
cercano a la indiferencia. Pensemos, si no, las diferencias entre la
sensación que nos causaban las cifras de muertos por la pandemia en
la primera ola y la que nos producen ahora.
El
segundo es algo más sutil. Las prioridades, que también hacen su
faena callada. La crisis causada por la covid es algo tan tremendo
que las cosas que importaban corren el riesgo de pasar a un segundo
plano. Y la violencia de género con ellas. Pero eso no sale gratis.
Si importa poco, se hablará de ella poco, y a los medios de
comunicación ya no les preocupará hablar de lo que ya no es
noticia. Estas noticias ya han migrado de la primera página a
lugares más modestos y corremos el riesgo de que desaparezcan. Y ya
se sabe, el bucle. Lo que no se nombra no existe. Y si no existe, no
se dota de medios. Y así sucesivamente.
Nos
lo tenemos que hacer ver antes de que sea tarde. Pero, como la cabra
siempre tira al monte, yo no podía acabar sin hacer gala de un toque
de optimismo, aunque sea entre signos de interrogación. Todavía
estamos a tiempo de reaccionar. Y hoy es un buen día para empezar
con ello. ¿Lo hacemos? Cada víctima merece nuestro esfuerzo.
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