María Paz Escrig. / EPDA
Freud, en Tótem y tabú (1913), propone un mito fundacional: los hijos se unen para matar al padre primordial, dominado por su poder tiránico. No es solo un enfrentamiento pasivo, sino un acto de deseo: quieren su poder, sus mujeres, ocupar su lugar. Tras el crimen sobreviene la culpa. Esa culpa engendra la ley. Los hijos instauran prohibiciones —como “no matar al tótem” o “no tener relaciones con las mujeres del clan”— para evitar que otro padre tiránico vuelva a someterlos y para protegerse, en caso de que ellos mismos ocupen ese lugar, de ser asesinados por otros. Así surge la ley, la regulación del lazo social y la necesidad de sostener la comunidad.
De ese mito nacen tres pilares fundamentales: la religión, que conmemora al padre en forma de tótem primero y luego en un dios; la ley, que regula los vínculos sociales y sexuales; y la soberanía, que concentra el poder en nombre del orden perdido. Religión, ley y soberanía emergen, pues, como respuestas a un imposible: la pérdida de la autoridad originaria y la necesidad de sostener el lazo social.
La serie Isabel —que puede verse gratis en RTVE Play— dramatiza magistralmente estos tres pilares.
Isabel no solo es creyente: encarna la religión y la sostiene, sin instrumentalizarla para sus fines. Su relación con la fe es profunda y auténtica: se ve en la coronación, en la oración y en la atención a los confesores. Ella no forja la ley ni la impone; está sometida a las cortes, pero logra hacer cosas que parecían imposibles dentro de esos marcos. Ahí aparece lo femenino: la capacidad de sostener lo simbólico, de hacer con lo imposible, de mediar con lo real, sin crear ni imponer, pero logrando lo extraordinario.
En cuanto a la soberanía, Isabel irrumpe en el universo masculino. Sabe estar en la escena política y militar, es reconocida por los demás, pero no siempre parece saber lo que hace, y su pasión por el reino supera toda moderación: no le hace caso a Fernando, ni al embarazo, ni a la muerte. Esa intensidad, esa “locura” del deseo por el reino, es parte de lo femenino que la distingue del mero ejercicio de poder masculino. La excepción no la hace desde la imposición, sino desde su presencia y su capacidad de sostener lo que no se puede controlar.
En cuanto al deseo, Isabel sostiene el de Colón cuando nadie cree en él, y ambos se lanzan a lo imposible. No se refugian en la comodidad ni en la rutina, y en esa apuesta se juega algo de lo más humano: el deseo como fuerza creadora, la que funda mundos. Este riesgo no es físico, sino la confrontación con lo imposible, con lo que escapa al orden y al control.
Isabel la Católica me recuerda a Moisés, según Freud en Moisés y la religión monoteísta (1934-1938). Moisés lidera a un pueblo hacia un orden nuevo y la introducción del monoteísmo; de manera similar, Isabel asume un riesgo enorme al apoyar la aventura de Colón, enfrentándose a consecuencias imprevisibles. Hacerse cargo de las decisiones, aceptar la tensión entre deseo, deber y moralidad, y sostener una misión con sacrificio y conflicto es lo que define su destino.
Quizás por eso sigue fascinando. Porque, como todo sujeto, Isabel hace con lo imposible, y en ese hacer traza una huella singular: la suya.
Invitación a la tertulia Psicoanálisis y Cine
El próximo jueves 27 de noviembre de 2025 a las 18:00 h, en el Restaurante Sereno (Plaza del Ayuntamiento 18, Valencia), celebraremos una nueva edición de la Tertulia Psicoanálisis y Cine, un espacio que venimos sosteniendo en Valencia desde 2004.
La entrada es gratuita y abierta a todo público.
No hace falta haber visto toda la serie, quizás la Tertulia te invite a verla a posteriori.
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