José Salvador Murgui, con el Papa Juan Pablo II.
Hablar con José Salvador sobre sus encuentros con el Papa Juan Pablo II consigue contagiarte de su amor por el Santo Padre y produce incluso un remanso de paz. Sus frescas y entrañables palabras te hacen adentrarte en un mundo desconocido pero interesante sobre todo para los que no hemos podido vivir estas experiencias y gozarlas como él lo ha hecho.
“Conocí personalmente a Juan Pablo en enero de 1993, cuando pude asistir a una eucaristía que celebró en su capilla privada. Verlo pasar por mi lado con aquel silencio y recogimiento, tenerle tan cerca, ver su sonrosado color de cara tan cerca de mí, me pareció estar asistiendo como protagonista a una historia preciosa en la que alguien tan importante, tan grande, estaba junto a mí. Después de asistir a aquella celebración tuve la suerte de que el Santo Padre me saludara.Yo había salido hacía un mes escaso de un proceso hospitalario que acabó con la implantación en mi cuerpo de un marcapasos. Cuando le escribí la carta al Papa para participar en aquella celebración le hice saber mis dolencias y el resultado del proceso. Cual fue mi sorpresa, cuando después de besar la mano del Santo Padre, él mirándome a los ojos me preguntó con su voz fuerte y clara: “¿Cómo estás de tu operación de corazón?” Santidad, le respondí con voz entrecortada, estoy muy bien, por eso estoy aquí para dar gracias. En aquel momento ya le entregué los dulces de mi pueblo, y le regalé una fotografía del Santísimo Cristo de la Paz, patrón de Casinos, con una dedicatoria “que el Santísimo Cristo de la Paz, te acompañe siempre”.
-Y ¿cómo continuaron sus encuentros?
-La verdad es que pienso que ha sido la mano de Dios, la que ha conducido esta historia de amor. En enero de 1995 volví a saludar al Papa en una audiencia familiar, en aquella ocasión estuve acompañado de mis padres. El Papa se acordaba perfectamente de quién era yo. Le volvimos a entregar nuestros dulces y el Santo Padre se mostró muy cariñoso con nosotros. Si me preguntas qué me transmitía, sólo te puedo decir, que me transmitió mucha paz.
-¿Qué nos cuenta de su experiencia como alcalde de Casinos?
-La verdad es que aquella experiencia fue muy enriquecedora. En 1998 llegamos a Roma una delegación de alcaldes y concejales del Camp de Turia, con la presidenta de la Mancomunidad Carmen Bellver (q.e.p.d.). Tuvimos el privilegio de estar en Sagrato, es decir, muy cerca del Santo Padre en la Audiencia del miércoles, y cuatro personas estuvimos sentadas en la primera fila que es la más importante por su cercanía, teníamos los asientos 7, 8, 9, 10. Cuando acabó la audiencia el Papa recibió a la primera fila, y le pudimos obsequiar con una imagen de la Virgen de los Desamparados, y por supuesto con mis dulces (que siempre me acompañan) y le pedí que por favor, se hiciera una foto con todo el grupo de Valencia, el Santo Padre accedió, y al momento estábamos todos en la puerta de la basílica de San Pedro, junto al Papa. No demostró tener prisa, habló con nosotros, nos dio la mano, nos bendijo, y nos regaló un momento de gloria tan grande, que todos recordamos aquel encuentro con algo maravilloso. El Papa cercano, el Papa amigo.
-¿Pero cómo es que el Papa lo conocía por el alcalde del turrón?
-Cada vez que iba a Roma y participaba en una audiencia, detectaba que en vez de llamarme como “El Alcalde de Casinos” me llamaban “El Alcalde de Valencia”, aquello me sorprendía, y al final me atreví a preguntar el por qué del nombre. Me dijeron que en italiano “Casino” es una palabra muy despectiva. “¡Esto es un Casino!” esto es lo peor… (era como un burdel… más o menos). Yo no me sentía a gusto con que me llamaran “El Alcalde de Valencia”, puesto que no lo era, así es que indagando me entero que el Papa, cariñosamente, me había bautizado como “El Alcalde del Turrone” (El nostro alcalde) me llamaba.
-En una de las audiencias, en la sala Pablo VI, que acudí con mi hermana y su marido, el Papa, estaba muy mayor, y estaba sentado con los ojos cerrados, y me vuelven a presentar como el Alcalde de Valencia, y entonces yo arrodillado delante del Santo Padre le dije: -Santidad, soy el Alcalde del Turrone. El Papa abre los ojos y me hace la señal de la cruz en la frente y exclama ¡Buono, Buono!, me preguntó por mi familia, nos bendijo a todos, y fue un encuentro realmente entrañable.
''Estos encuentros se sucedieron hasta que el Papa murió en abril del 2005. Siempre nos recibía a todos los que me acompañaban en mis viajes a Roma. Siempre le llevaba los turrones, y el Papa correspondía con gestos cariñosos. Fueron unos años de vivencias muy profundas e importantes. Son tantos y tantos recuerdos los vividos que siento tanto agradecimiento hacia la figura del Papa y de su secretario D. Estanislao (hoy Cardenal de Cracovia) que la amistad ha continuado con el Cardenal y su pueblo polaco, el que he visitado en diferentes ocasiones. El Papa, siempre estuvo muy cariñoso con nosotros, me conocía a mí, conoció a mi pueblo y degustó nuestros dulces. Siempre le pedía que rezara por mi pueblo y por las gentes de Casinos'', continúa relatando Murgui.
''Cuando el Papa murió le envié desde el Ayuntamiento un mensaje de dolor, pero yo fui a Roma y aun puede estar ante el Papa muerto en la Capilla Clementina. De allí lo acompañé hasta la basílica de San Pedro, y puede estar velando su cadáver antes de su entierro. Ya acabó todo… Ha muerto un Papa Mago. ¡Santo Súbito! Eran los carteles que empapelaron la ciudad eterna. Al poco tiempo nombras a su secretario D. Estanislao Arzobispo de Cracovia, y D. Estanislao estaba en Roma viviendo. Le llamo por teléfono, y cuando me preguntan de la centralita ¿Quién debo anunciar?, mi respuesta fue muy sencilla “El Alcalde del turrone”, por el celular, oí risas cariñosas, y de pronto una voz potente muy parecida a la del Papa que dijo “Buono, Buono”, yo exclamé con mi mal pronunciado italiano, “Excelencia, Buono, Buono el turrone”, a lo que D. Estanislao me dijo: “El Papa siempre ha dicho Buono Buono el alcalde”, a partir de ese momento supe que para el Papa, además del Alcalde del Turrone, era el Alcalde Buono''.
''Han sido tantos los momentos vividos, que dan motivo para escribir un libro de vivencias, de experiencias, todas ellas tan hermosas como reales, pero si me tengo que quedar con alguna sensación es la de que el Papa Juan Pablo al que ahora van a beatificar, ha sido amigo de Casinos, ha saboreado nuestros turrones y, sobre todo, nos ha querido. Hoy más que nunca puedo decir, Juan Pablo, Amigo… te queremos y no te olvides nunca de nosotro'', relata José Salvador Murgui en declaraciones a EPDA antes de partir rumbo a Roma para asistir a su beatificación.
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