Murgui, en el momento del nombramiento. FOTO EPDA
José Salvador Murgui es el cronista oficial de su pueblo del alma, Casinos. Pero antes fue alcalde, donde dejó un listón que no ha sido superado hasta la fecha. Murgui, el cronista, el ex alcalde, el amigo, acaba de ser nombrado académico de la Real Academia de Cultura Valenciana.
Hablar con José
Salvador Murgui es una continua sorpresa. Lo sigo en Facebook, leo sus frases, en general ocurrentes, su estado de ánimo, sus pensamientos. Es
una persona ilustrada y que con quien puedes hablar de muchas cosas. Tiene sensatez
para decirte: “eso no lo escribas o diré que no lo he dicho yo” y, a continuación, echa una carcajada. Es tremendamente puntual y detesta tanto llegar tarde como
esperar. Lo cito en una cafetería y llega con una bicicleta de Valenbici, no
le importa ir con traje chaqueta y corbata pedaleando por el centro de
Valencia y cuando toma fuerzas te mira a los ojos, sonríe, y siempre tiene la
frase oportuna a cada una de las preguntas y comentarios. Alguien
escribió de él hace años que “parecía un joven Nerón” y hace poco un campeón le
dedicó un libro con una frase que lo definió a la prefección: “de vez en cuando la vida te presenta personajes
inolvidables. José Salvador Murgui me recordó que hubiera revivido a Séneca”.
De carácter abierto y generoso, destaca por su simpatía y ocurrencias; su forma de
ser tan particular, y sobre todo pienso que es de una clase de pasta
“diferente” que se le puede calificar como una persona un “tanto particular” o ''inclasificable''. Genio y figura.
Tan particular que
me sorprendió su capacidad de convocatoria en la presentación de sus libros, en
los que no nos narra nada de su vida, y sí lo hace de su pueblo. Pero pone
tanto amor y tanta pasión que dejará un extraordinario legado para la historia de
su pueblo.
Hace escasos días
me comentaba que había hecho un libro que dedicó a sus amigos “Casinos 1985: un
año, una vida”, ese libro del que solo ha hecho una edición de setenta
ejemplares, en el que cuenta pormenorizadamente el año en que fue Clavario Mayor de
Casinos, y narra todo el acontecer de aquellas fiestas en más de cien páginas.
La verdad es que me pude reír leyendo aquellas anécdotas, y la hilaridad me la producía
estar viviéndolo y es que oía las palabras del autor como si me lo estuviera
narrando.
Anda ocupado
investigando en archivos valencianos y nacionales, porque quiere dejar
constancia de la Constitución de 1812 en su pueblo, y del paso de los franceses
que dicho sea de paso, sabe que expoliaron el vino y el aceite de Casinos y sus
masías hace ahora doscientos años. Pero lo que nadie sabíamos es su nombramiento
como académico de la Real Academia de Cultura Valenciano, una buena excusa para compartir unas horas con Salvador, ex alcalde, cronista y amigo.
-¿Cómo ha sido el nombramiento?
-La verdad es que no me esperaba este
nombramiento, no es un merito mío, es un merito de mi pueblo, de Casinos.
Cuando alguien como me pasa a mi, lleva en su corazón algo que ama con tanto
cariño, es difícil ocultarlo. Este hecho desde hace muchos años, es el mejor
aval que me adorna. No quiero ser la persona que más ama a su pueblo, pero sé
que algún día la historia me juzgará como alguien que invirtió mucho tiempo en
su pueblo, en dar a conocer su historia, en mostrar las bondades de sus
gentes.
-Pero no solo
hace esto escribiendo, pues como alcalde dejó el listón muy alto.
-Aquello de la alcaldía
es historia. Y es una historia de amor. La feria del dulce, Gallipatos, la depuradora,
las escuelas nuevas, tantos y tantos recuerdos que pasan por mi mente como
un carrete de fotos (aquellos
antiguos que eran de doce, veinticuatro o treinta y seis), pues bien, aquellos
años, los tengo dentro de un carrete de los mas grandes que hayan, y por allí
pasan personas que hoy no están entre nosotros, pasan hechos, que son historia.
Pero lo que jamás puede pasar es el cariño con que se hacen las cosas. Aquellos años, yo
escribía menos, no tenía tanto tiempo, si bien lo tengo todo documentado y de
lo que sí tenía tiempo era de que Casinos estuviera en la “cresta de la ola”. Paseé las
peladillas por medio mundo, (y en ocasiones las pagaba y pago, de mi bolsillo),
el entonces Santo Padre y hoy Beato Juan Pablo II me conocía como el “Alcalde
del turrón”, en Madagascar, Guatemala, Perú, Roma, París, Bruselas,
Estrasburgo, Berlín, Lisboa,…
estuvieron presentes nuestras peladillas y turrones de Casinos. Hoy sin
ser alcalde las sigo llevando y puedo presumir de que en restaurantes de
Madrid como “Casa Lucio”, “La Taberna del Alabardero”, “Café de Oriente”,
“Botín”, “El asador donostiarra” y algunos más siguen degustando nuestros
dulces. Qué bonito sería que conocieran Casinos en todo el mundo por sus
buenos dulces. Aquellos años apasionados continuaron con estos más apasionantes
dejando memoria escrita de lo que nos pasa en cada momento.
-¿Cronista,
historiador o académico?
-Por encima de todo CRONISTA
DE CASINOS (''póngalo en mayúsculas, por favor'', me indica José Salvador). Desde muy pequeño
guardo papeles, fotos, documentos, cosas que se suelen tirar porque caen en
desuso (por ejemplo en una balda de mi biblioteca tengo un rollo de papel higiénico
de la marca “el elefante” con el papel de celofán casi roto. Mis sobrinos
preguntan “eso qué es…” y se sorprenden…), todos esos papeles, que cada uno de
por sí no dice nada, cuando los datas cronológicamente te enseñan lo que es la
historia. En ocasiones me parece que hablo con los papeles, y pienso que son
agradecidos. Porque me entienden y me enseñan lo que busco… Nuestra historia,
la de nuestros pueblos, está llena de momentos de amor. Es una historia romántica,
bella… a veces me tienta hacer novelas, escribir cuentos, porque cuando te
metes dentro de ella y sus personajes (sobre todo si los sientes cercanos) te
das cuenta de que todo nace y se hace por amor.
-Me sorprende, ¿usted
es de los que creen en el amor?
-Sí. Creo en el amor y
sobre todo en ciertos amores. Creo en el amor conyugal de mis padres que llevan
mas de cincuenta años juntos y me dan todos los días un ejemplo de amarse y
respetarse. Cuando hablo con ellos por teléfono, siempre lo coge mi padre y
después de despedirnos me dice: “dis-li bona nit (o bon dia) a ta mare”. Ese amor es grande. Creo en el amor por
los pueblos, en el amor que demuestran los gobernantes honrados. Creo en el
amor de los maestros a los alumnos…
y creo en muchos amores que pueden resultar utópicos. Me desencanta no
creer en la fidelidad. Veo demasiados casos de traiciones que en muchas
ocasiones me impulsan a pensar que “todo es mentira”. Esa palabra, junto a la
envidia, odio y rencor, las quitaría no solo del diccionario, sino de la misma
vida. Desde pequeño me inculcaron que la mentira es lo peor. Hoy por culpa de
la mentira hay momentos en los que la convivencia se hace muy difícil, y no nos
damos cuenta del daño que hacen las mentiras, sobre todo cuando suenan en
altavoces y en estéreo. Volviendo a la
pregunta me quedo con aquello que siento, soy cronista de Casinos, me han
nombrado académico de la Real Academia de Cultura Valenciana, nombramiento que
en su día agradecí de todo corazón. Si este nombramiento sirve para que el
nombre de Casinos suene con mayor fuerza, o se escriba en la historia con mayor
intensidad, me siento feliz con él. Si solo sirviera para tener una frase más
en el curriculum, me hubiera dejado indiferente. Amo a Casinos, siempre he
dicho que lo que no es mío no lo quiero; ahora bien, lo mío que no me lo quite nadie.
Cada uno entiende la vida de una forma. Mi vida es así.
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