Vicente García Nebot. FOTO EPDA La gente se pone nerviosa enseguida. Y no
es raro en los tiempos que corren. Sale Pere Navarro sugiriendo la
abdicación del Rey D. Juan Carlos I y los de dentro y los de
fuera le montan un “cipostrio” de mucho cuidado. Sin embargo, hoy más que
nunca, veo a Su Majestad como un fiel reflejo del Estado que él mismo preside.
España, cada dos por tres, entra en el
Consejo de Ministros de los viernes de una manera y sale de otra totalmente
diferente, retocada, parcheada, tuneada. Talmente como cuando a nuestro monarca
lo entran, con mucha frecuencia, en el quirófano (o el taller que le gusta
decir con esa campechanía que le caracteriza).
Cuando SM sale del hospital, necesita de
muletas y se le ve bastante hinchado (cosas de la edad, seguramente). Esa
imagen es ciertamente gráfica para compararla con la España de hoy, vapuleada,
cansada, con necesidad de apoyos, muchos apoyos, para seguir caminando. Y con
una cara inflamada por los duros golpes que nos asestan los mercados, los
bancos y nuestros socios germánicos.
A Juan Carlos I, como al gobierno de
nuestra nación, también le ha picado el mosquito de la corrupción, y más que
una simple erupción, están teniendo ambos un fuerte ataque de malaria. Si me
permiten la gracia será porque algo “mal harían”.
La imagen y el símil, creo que son suficientemente acertados. Nuestra
monarquía y España sufren exactamente las mismas dolencias. Y algo habría que
hacer. Ceder la corona a un joven con ganas y preparación no es una mala idea.
Ni tampoco lo es que los partidos políticos cedan las poltronas de sus cúpulas
a otra generación.
Lo de la República y unas elecciones
constituyentes no sería justo para un monarca tan campechano. ¿No creen? ¿o si?
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