Un momento de la inauguración a cargo de Rosa Pérez Garijo. EPDA
Foto antigua recogida en la obra. EPDA
Foto antigua recogida en el libro. EPDA
Libro. EPDA. En el 2015, en 'Mestres i escoles a l’Horta Sud', 1936-1939, Wilson Ferrús Peris, que compagina sus tareas de profesor de valenciano en un instituto de secundaria con la de profesor de Historia de la Educación en la Universitat de València, ya informaba del traslado del grupo femenino de la Residencia de Estudiantes de Madrid a tierras valencianas, a l’Horta Sud, a principios de 1937 y hasta el fin de la guerra civil, abriendo una línea de investigación sobre la última etapa que vivió esta institución moderna y avanzada en la educación de las mujeres antes de la victoria de los golpistas, una etapa hasta ahora olvidada. Más tarde, en enero de 2017, junto a la profesora Ramírez Simó, presentó ante la Societat d’Història de l’Educació, un primer estudio que, aunque no concluyente, era el resultado de numerosas entrevistas con familiares y protagonistas directas (fundamentales fueron los testimonios de la residente M. Luisa García y de la maestra Josefa Vergé) y establecía su ubicación, sin ningún género de dudas, en Picanya, en l’Hort de les Palmes, y no en Paiporta, como indicaba la escasa documentación existente, y lo presentaba como una extraordinaria experiencia de extensión cultural y educación popular protagonizada exclusivamente por mujeres, un ejemplo de sororidad en el difícil contexto de una guerra civil.
la obra
Finalmente, su obra Modernes, lliures i preparades. El Grup femení de la Residència d’Estudiants de Madrid en temps de guerra: l’Hort de les Palmes de Picanya, resultaba galardonada con el XXI Premio de Investigación de l’Horta Sud y publicada en 2018. Dos años después, este lugar, l’Hort de les Palmes de Picanya, por donde pasaron un buen número de mujeres extraordinarias (modernas, libres y preparadas; activas, comprometidas y valientes), antepasadas en la lucha por los derechos y la autodeterminación de la mujer y claros referentes para los movimientos feministas actuales, se ha convertido en un espacio para la memoria histórica y democrática, no sólo para Picanya sino también para toda la Comunidad Valenciana, y así lo recuerda el monolito que el pasado día 12 de diciembre se colocó frente al edificio que albergó la Residencia con la presencia, entre otros, de la Consellera Rosa Pérez y del alcalde de Picanya Pep Almenar.
el traslado
Las últimas residentes que quedaban en Madrid, junto a un grupo de niñas también evacuadas, se trasladaron e instalaron en l’Hort de les Palmes de Picanya, un edificio formidable, rodeado de naranjos y con enormes posibilidades para la práctica de una pedagogía activa, viva y arraigada al medio, con todas las infraestructuras adecuadas para alojar una colonia de estas características y suficientemente amplio y cómodo como para poder ubicar tanto a las profesoras como al personal auxiliar y a las jóvenes estudiantes y el grupo de niñas evacuadas. Espacio, aire, sol y luz suficiente para poder ubicar tanto las diversas actividades de formación como los dormitorios, la cocina, el comedor, la biblioteca, los talleres…
Una propiedad al medio de la huerta con numerosas anegadas de naranjos y de tierra para realizar los ensayos prácticos de apicultura que practicaban y poder realizar cultivos agrícolas. Dotada también de un gran establo donde realizar las prácticas de avicultura y cunicultura programadas. Además de un pequeño jardín para poder impartir clases al aire libre y cultivar y observar las flores y las plantas.
autosuficiencia
Disponía también de agua suficiente para el consumo y para el riego y un gran almacén para guardar el alimento en abundancia, lo cual les permitía ser totalmente autosuficientes.
Una gran zona para el recreo, el paseo, el entretenimiento, los juegos, la lectura…, al exterior y en plena naturaleza, y un edificio grande, amplio y con todas las comodidades indispensables y espacio para cumplir sus objetivos: una buena sala destinada a biblioteca, donde impartir también las clases; un espacioso y cómodo comedor; habitaciones suficientes, bien dotadas, todas exteriores y bien ventiladas, con baños o aseos; una cocina y una dispensa con todo lo imprescindible; espacios para el lavado de la ropa… Un edificio y un espacio natural, idílico y formidable para vivir y convivir y también para impartir clases, para entregarse a la lectura y a la actividad, para el trabajo y la contemplación…
Ahora sólo queda que este nuevo espacio para la memoria histórica y democrática sea público, para conservarlo, dignificarlo y darlo a conocer.
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